1.-Bellezas

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Uniformes escolares.

martes, 31 de agosto de 2021

XXXII.-The Deuce. a

ana karina gonzalez huenchuñir


The Deuce, Las Crónicas de Times Square, es un serie de televisión estadounidense de la cadena HBO, estrenada en 2017, que ha sido creada por los escritores y productores David Simon y George Pelecanos, productores y guionistas de series de gran éxito como The Wire o Treme. The Deuce se ambienta en la ciudad de Nueva York a principios de los años setenta.

Argumento

La serie cuenta el nacimiento de la industria del cine porno a principio de los años setenta en el ámbito de Times Square, en un periodo anterior al turismo masivo en la ciudad de Nueva York, en el que la calle 42 constituía un reino de la prostitución y la pornografía. The Deuce, que era como se solía denominar a esta área, se adentra, de forma coral en la vida de las prostitutas y sus proxenetas, combinado con empresarios de los bajos fondos, bares nocturnos y policías corruptos.
Ubicación de Times Square

El Times Square es una intersección de avenidas en distrito de Manhattan, en la ciudad de  Nueva York. Antes llamada Plaza Longacre, está situada en la esquina de la avenida Broadway y la Séptima Avenida. Recibió su nombre actual por las oficinas de The New York Times, que se encontraban en el edificio One Times Square. La zona del Times Square está formada por las manzanas situadas entre las Sexta Avenida y Octava Avenida que constituyen la parte occidental de la zona comercial del Midtown de Manhattan. Al igual que la Plaza Roja de Moscú, Piccadilly Circus en Londres, la Plaza de Tian'anmen en Pekín y Shibuya en Tokio, Times Square se ha convertido en un ícono mundial y símbolo de la ciudad de Nueva York que se caracteriza por su animación y por la publicidad luminosa.


SERIES DE FICCIÓN.

'The Deuce': la temporada 2 mejora poniendo el foco en una excelente Maggie Gyllenhaal.

Los que estamos ya curtidos en el modo de escribir series de David Simon sabemos que siempre, tras un comienzo dubitativo, de repente algo hace clic y ya la serie de turno te tiene absolutamente zambullido en el mundo que recrea. En el caso de 'The Deuce' la historia se repitió con una primera temporada que fue de menos a más y un magnífico regreso en su temporada 2

Así, anoche HBO emitió la temporada 2 de 'The Deuce. Crónicas de Times Square', la serie que explora el nacimiento y auge de la industria del porno norteamericana a través de diversa gente "mala calaña" que frecuentaban el peligroso barrio neoyorquino.

Nada más comenzar el episodio inaugural de esta temporada 2 vemos que la acción se sitúa en 1977. Esto implica un salto de cuatro años respecto a la última vez que vimos a Eileen (Maggie Gyllenhaal), los Martino (James Franco) y compañía y la primera impresión que dan es que la vida parece sonreírles en sus respectivos negocios.

La elección del año no es baladí, ya que se encuentra en una época en la que la edad de oro del porno es ya "admitida" en la cultura mainstream. La clandestinidad de esos primeros años se ha desvanecido y Candy se puede pasear orgullosa como una reconocida actriz y realizadora de pornografía.

Esa secuencia inicial, con una magnífica elección musical, nos resume en menos de cinco minutos qué hay de nuevo en el Deuce. Pero parece que la prosperidad y estos nuevos tiempos no repercuten en los personajes de igual manera.

Los chulos se ven en un momento de renovarse o morir y, al igual que vimos en la temporada 1 de 'The Deuce', seguimos viendo los contraejemplos entre Larry (Gbenga Akinnagbe) y C.C. (Gary Carr). Uno quiere seguir con sus métodos "tradicionales" mientras que el otro decide seguir interviniendo en la carrera de "sus chicas".

Una de las cosas que llama la atención en esta temporada 2 de 'The Deuce' es que el foco cada vez se centra más en Candy/Eileen y el resto de mujeres. Sí, seguimos teniendo al buscavidas de Frankie y a Vincent intentando prosperar en sus negocios, pero esta claro que el peso de la serie cae sobre los hombros de Maggie Gyllenhaal y las aspiraciones de su personaje.

En este inicio de temporada, David Simon y George Pelecanos dan bastante peso a sus personajes femeninos y esta búsqueda de su propia voz a través de la industria del porno. Como directora consolidada, Eileen busca insertar ese punto de vista femenino en sus películas, solo para enfrentarse a su productor.

Lori (Emily Meade) no termina de desatarse de su chulo pese a haber hecho alguna película muy exitosa y ve cómo la nueva generación de actrices vienen sin haber pasado por la prostitución. De hecho, la escena inicial del segundo episodio dan ese signo de chicas que dejaban sus hogares en la América profunda para meterse directamente en un estudio pornográfico.

Pero 'The Deuce' nunca ha sido exclusivamente sobre la incipiente industria pornográfica sino que es la excusa para hablar de la Nueva York de, en esta segunda temporada, finales de los 70. Olas de crímenes, drogas y, además, 1977 fue el año del infame Gran Apagón de la Gran Manzana que fue aprovechado para saqueos masivos.

Y si hay algo que le guste a Simon es hablar de temas de desarrollo urbano y de cómo se entrelanzan los diferentes estratos de la sociedad... y ya se va viendo, sobre todo, en las escenas protagonizada por la policía. Estoy seguro que veremos (de hecho el tráiler apunta a esto) bastantes escenas en este sentido.

En definitiva, creo firmemente que esta temporada 2 de 'The Deuce' es superior a la primera. Este primer episodio está excelentemente escrito y su realización es brillante. Lo mostrado hasta ahora es un comienzo muy sólido que da la promesa de una temporada bastante apasionante.


CRÍTICAS

'The Deuce': la serie de HBO sobre la industria del porno culmina con una brillante tercera temporada.

Estos últimos meses del año toca despedirse de unas cuantas series. Una de ellas es 'The Deuce', serie creada por David Simon y George Pelecanos para HBO centrada en los bajos fondos de Nueva York y que ha estrenado esta pasada madrugada (noche en EEUU), su tercera y última temporada de la que hemos podido ver los tres primeros episodios.

Como ya vimos en el tráiler, esta temporada vuelve a dar un salto temporal (y temático) y comenzamos en diciembre de 1984. Las calles alrededor de Times Square están cambiando, pero a veces más a peor de lo que le gustaría a la ciudad, que está viendo la oportunidad de realizar un proyecto urbanístico en el Deuce.

Nada más comenzar nos ponemos al día sobre nuestros queridos protagonistas: Lori (Emily Meade) sale de nuevo de rehabilitación y busca reincorporarse a la industria pornográfica, aunque cada vez se ve más "fuera de juego". Una sensación similar tendrá Eileen (Maggie Gyllenhaal) que ve que sus años de éxito quedan atrás ante una competencia más feroz y la llegada de la cámara de vídeo doméstico en una industria que ve en el VHS su gallina de los huevos de oro. 

Y, mientras, los Martino (James Franco) siguen a lo suyo. Es curioso porque hemos llegado a un momento de la serie en la que Vincent es completamente prescindible. No tanto Frankie como el simpático caradura, pero sí que es verdad que las tramas que rodean a ambos no terminan de estar a la altura de la visión global de la serie.

El mayor handicap que se puede tener a la hora de acercarse una serie como 'The Deuce', sobre todo si lo comparamos con otras series del creador como 'The Wire', es precisamente su costumbrismo. En este sentido es bastante más parecida a 'Treme'. Su exploración de las gentes, de las prostitutas, chulos y dueños de antros en Times Square recuerda a la de los de la Nueva Orleans post-Katrina.

Aunque muchas veces se ha quedado en término medio entre ambas series, es innegable la intención de Simon por contar una historia del sueño americano. De desheredados que ven la oportunidad de prosperar y, en la tercera temporada, de hacerlo en una época que cambia a ritmo vertiginoso. Estamos en las puertas de la era Trump de las grandes inversiones inmobiliarias y cambios urbanísticos; en la era Reagan, su guerra contra las drogas y su controvertido manejo de la economia; y, además, en pleno auge del SIDA.

Y todo este costumbrismo, todo este lienzo que despliegan los guionistas es precisamente lo que hace más difícil poder evaluar la serie en términos de historia. Incluso intuir hacia donde va es complicado. Una sana incertidumbre que simplemente pide que nos sumerjamos de nuevo en la novela que propone David Simon. Si lo hacemos, quedaremos plenamente recompensados.

Resistir al cambio.

ste inicio de temporada de 'The Deuce' pone sobre la mesa todo por lo que David Simon se ha ganado un puesto en la lista de los mejores showrunners del siglo en una historia sobre la vieja guardia. No solo sobre la vieja Nueva York criminal, la "fear city" de los 70, que se resiste a morir. Tampoco solo sobre la inminente extinción de los chulos, prostitutas y hombres de negocios turbios que pueblan unas calles a punto de ser cambiadas para siempre. Sino también sobre un mundo que empieza a globalizarse a golpe de capitalismo feroz, de un bosque en el que ya no estás solo. 

Y sí, también parece un mensaje del presente de una HBO en busca de seguir siendo relevante en el cambiante mundo del streaming. Los dosmiles de sus obras maestras pasaron y 'The Deuce' reivindica ese modo preciso y completo de hacer series que parece haber pasado de moda.

Series: crítica de «The Deuce» (Temporada 3)

 Diego Lerer 

30 Oct, 2019 

La última temporada del show creado por David Simon y George Pelecanos se centra en la desaparición de ese mundo de prostitución y pornografía de la zona de Times Square a causa del HIV y de la decisión política de «limpiar» la ciudad para impulsar el turismo. Pese a algunos problemas narrativos, es una fascinante serie sobre las historias secretas de Nueva York.

El desafío que se habían planteado David Simon y George Pelecanos cuando decidieron construir esta extraña edificación llamada THE DEUCE era, por lo menos, complicado. Armar una serie sobre una zona de Nueva York (digamos, la Calle 42, entre la 6ta. y la 8va. avenida, con sus alrededores) no era una idea simple de poner en práctica, aunque rica en posibilidades. Quizás sea una de las cuadras y zonas que más han cambiado en los últimos 50 años al menos en ese país. Y la intención de sus creadores era pintar esos cambios a lo largo de tres épocas distintas (y una coda) y a través de las profesiones y personajes que fueron desapareciendo de esa zona: prostitutas y cafishios callejeros, locales de pornografía, baños públicos y bares «reales», de esos atendidos por sus dueños. Hoy todo eso ha desaparecido, reemplazado por una suerte de abierto centro comercial limpio y familiar para turistas que los locales evitan siempre que pueden. Vean unos planos de TAXI DRIVER –rodada en esa zona en 1975/6– y comparen con cualquier postal actual y verán la enorme diferencia.

La ambición era tal que había que crear una muy sólida base de personajes y de historias para que todo eso no se sintiera como un desafío puramente conceptual. Y, en buena medida, Simon y Pelecanos, lo lograron. Los diferentes protagonistas de la serie de HBO podían representar distintas profesiones y recorridos personales, pero sus historias y personalidades eran lo suficientemente ricas como para no sentir, la mayor parte del tiempo, que cumplían funciones claramente definidas. Mi impresión es que el mayor problema de THE DEUCE estuvo en su decisión de saltar cinco, seis años entre temporadas para poder contar los distintos cambios del lugar y de las vidas de sus habitantes. Al mover tan brutalmente los tiempos daba la sensación que uno tenía que volver a reconectar y a reconocerse en los personajes, ya que se sentía un desapego inicial que costaba superar. Se lo lograba pero, en estas temporadas cortas, cuando uno finalmente reingresaba en el universo el asunto se terminaba.

El salto temporal de la tercera temporada fue para mediados de los ’80, época en la que los prostíbulos, los saunas, los peep shows y la industria del porno iban a abandonar la zona de Times Square a partir de dos grandes eventos. Por un lado, la brutal llegada del HIV, que destruyó buena parte de los negocios del lugar y, especialmente, a muchos de sus habitués. Y, por otro, la decisión política de la ciudad de «limpiar» la zona, sacando del lugar tanto a los que circulaban por las calles como a los dueños de los edificios en los que esos locales funcionaban. La gentrificación de algunas zonas de Nueva York –que hoy llega cada vez más a las profundidades de Brooklyn– cobraba impulso y, en cierto sentido, esta temporada servía para marcar las despedidas de sus, digamos, «habitantes originarios».

Al desafío temporal, THE DEUCE le suma otro, común a todas las series del creador de THE WIRE: su manera novelística de narrar a través de muchos personajes en paralelo. Esto, que puede ser raro para la televisión pero que es apreciable para quienes queremos tener una mirada más horizontal y generosa del mundo que los personajes habitan, se fue complicando al irse desarmando el propio barrio y desaparecer muchos de sus personajes. La tercera temporada empieza con varios personajes menos y terminará con muchos menos aún. Si bien los centrales siguen ahí al regresar (Maggie Gyllenhaal y los hermanos encarnados por James Franco), el resto va subiendo y bajando en relevancia, moviéndose a través del país y generando un relato que por momentos se vuelve trabado, ya que no todos los personajes secundarios que quedaron circulando son tan interesantes como los centrales. Y la serie salta demasiado rápidamente de unos a otros como si tuviera la necesidad de cubrir cada uno de sus devenires con igual cuidado.

Como decía antes, es un acercamiento noble y generoso el que hacen Simon y Pelecanos (y los personajes devuelven esa generosidad con sus interesantes contradicciones), pero los saltos de temporadas y las entradas y salidas de personajes lo vuelven a veces por momentos un tanto irritante. Es el mismo modelo de THE WIRE, pero tengo la impresión que en esa serie sobre Baltimore –que es mítica aunque, convengamos, tampoco es tan sencilla de seguir– el universo de personajes e historias era más compacto. Aquí tenemos, con el correr de las temporadas, más y más historias que casi no se cruzan entre sí (empezando por Gyllenhaal y los Franco) y que ni siquiera se unen en el Hi-Hat, el bar que regentea Vinnie Martino y que sirve como punto de encuentro de este universo cada vez más desplazado de personajes. Esos desplazamientos puede corresponderse con la realidad, pero complican sin dudas la dramaturgia.

Pero más allá de esos desencuentros narrativos que se hicieron un poco más obvios en esta última temporada, THE DEUCE fue una más que efectiva exploración sobre una Nueva York desaparecida y una serie de culturas que fueron expulsadas (nada de esto desapareció sino que se movió a los márgenes o, en el caso del porno, a la internet) del centro de esa ciudad.

 Una suerte de homenaje a los caídos de cualquier turbio pero auténtico centro urbano que perdió a sus personajes característicos al ser tomado por enfermedades o por anodinos centros comerciales y cadenas hoteleras, la serie es nostálgica sin ser sentimental (salvo en la coda final, que tiene lugar en el presente, y que es una buena idea visual pero mal resuelta dramáticamente), es realista y humana, cruda y violenta sin ser necesariamente cruel y, especialmente, nos abre las puertas a un mundo que ahora conoceremos como nunca antes. 

En cierto sentido, la de THE DEUCE (la de Simon, en general, una especie de Dickens de nuestro tiempo) es otra manera de contar la historia de una ciudad y una época.

Review de The Deuce, 2ª Temporada (2018): ¡Simon dice!

Isaac Bardavid

14 Noviembre, 2018

Entre tanta (¡tantísima!) serie no podemos dejar de recomendar reservar un espacio para cualquier propuesta de David Simon. Aquella primera temporada de The Deuce no sólo nos dejó con ganas de más sino que confirmó a este epítome de showrunner como la mejor garantía de calidad que ha pisado este medio.

Vale, es posible que nos hayamos pasado. O no. La seminal The Wire (2002-2008) aparece en casi cualquier lista de las mejores series de la historia y la fórmula de aquella letal radiografía de Baltimore, atribuida sin reparos al genio de este showrunner de vocación periodística, se adhiere de forma natural a otra selva urbana y corrupta como la Nueva York setentera de The Deuce.

Tras los eventos de la primera temporada avanzamos seis años hasta 1977, cuando la industria del porno es una realidad en una zona, la llamada Deuce (calle 42 y alrededores), en la que el sexo, las drogas, la muerte y la corrupción policial se mezclan en una suerte distopia urbana que contrasta con la imagen actual de la ciudad como hito cultural y cosmopolita.

David Simon y sus guionistas, entre ellos el co-creador George Pelecanos, sitúan nuestro ojo muy cerca de los personajes, interesándose por lo que les sucede a ellos más que por lo que lo que sucede entre ellos. Es punto de vista, casi un zoom voyeur hacia los distintos niveles de esa sociedad maltrecha, es lo que conecta The Deuce con The Wire, y con lo que uno disfruta sin tapujos de la propuesta.

Por eso en The Deuce es esencial la labor de casting y dirección ya que la serie, al igual que en la Primera Temporada, golpea creativamente a través de unos personajes que se tornan reales, con diálogos en los que desaparece la dramatización ensayada, y un escaparate de interpretaciones del que nos cuesta -de veras- seleccionar lo más destacable.

Mary Gyllenhaal, Gbenga Akinnagbe (ex The Wire, como tantos otros), Dominique Fishback, Margarita Levieva, Emily Meade o Gary Carr a veces parecen personajes reales, no tanto por una naturalización europea, sino por un binomio interpretación/dirección que no deja ni un centímetro de su rostro sin someterse a esos personajes de ficción. Es sorprendente.

Incluso James Franco, intérprete de un doble papel, mejora respecto a la temporada anterior, sin duda un contraste notorio con el resto del casting, más cercano a la caricatura del universo Fargo que lo que propone Simon (¿su cargo de productor ejecutivo tendrá algo que ver?). A fin de cuentas, su personaje más destacado, Vincent, sufre el mismo destino que el resto de compañeros del Deuce.

Si en la primera temporada la prostitución reinaba en el Deuce, en la segunda es el porno y el incipiente futuro de la industria del entretenimiento individualizado, los que amenazan todo un sistema sujeto a un flujo constante de clientes, y en ese proceso todos los personajes urgen a un reciclaje.

Tal vez de eso trata The Deuce. Tal vez por eso conecta con una vida más mundana como la nuestra: esos personajes deben afrontar los cambios, adaptarse, crecer o quedarse en el camino, enfrentarse a su propio pasado.

En lo formal, algo que la HBO y Simon cuidan con ese mismo sistema de aparente naturalidad, destaca de nuevo una producción extraordinaria, invisible pero presente, con una banda sonora que nos recuerda, en certera metáfora, que 1977 era un año de muchos cambios. Y para la tercera y última temporada nos vamos a los años 80. ¿A que suena bien?


THE DEUCE, SEGUNDA TEMPORADA: LAS MUJERES TOMAN EL PODER Y LO CELEBRAMOS

 Ander Restoy 


The Deuce, segunda temporada: las mujeres toman el poder y lo celebramos

En 2017 recibíamos el último proyecto de David Simon con los brazos abiertos. Estábamos de enhorabuena, la persona que nos había hecho tan felices con The Wire estaba de vuelta. The Deuce prometía y en su primera temporada fue de menos a más, terminando a un gran nivel. Cumplió una de esas leyes no escritas que dicen que un producto de David Simon necesita tiempo y margen para ir construyéndose. Vista la segunda temporada de The Deuce en HBO, esa ley se mantiene. Porque si en hace un año la serie nos gustó y convenció, en esta ha dado un salto de nivel y nos ha encantado.

Además de un salto de nivel, la segunda temporada de The Deuce también da un salto temporal. Ya sabíamos que la serie tenía planeadas tres temporadas, con una primera centrada en 1971-1972, mientras que esta segunda se adelanta cinco años desde el final de su precuela. Es 1977 y nuestro protagonistas están aparentemente asentados, felices. Parece que todo los sonríe, tienen éxito laboral, consiguen avanzar en sus carreras. Y desde ahí parte esta segunda temporada de The Deuce para explotar un camino interesante. Uno que ya habíamos visto abierto en la primera en la figura de Eileen/Candy (Maggie Gyllenhaal).

The Deuce es, en esta segunda temporada, una historia sobre el empoderamiento femenino. Ojo, que no se me entienda mal, la serie sigue hablando de Nueva York, de la industria pornográfica, de la prostitución, las drogas y la vida, en general, de ese Nueva York más canalla y turbio que pudo vivirse en aquellos años. Pero sí, la segunda temporada de The Deuce vive por y para mostrarnos el empoderamiento femenino reflejado en sus protagonistas. Candy y Abby (Margarita Levieva) especialmente, pero sin olvidarnos de Lori, esa prostituta/actriz porno excelentemente recreada por Emily Meade.

No parece casual que James Franco cuente con menos protagonismo en esta segunda temporada de The Deuce. Hay quien lo achaca a los problemas alrededor de unos supuestos abusos que realizó el actor años atrás y que salieron a la palestra hace unos meses. La realidad es tan sencilla como que sus personajes pierden la importancia que ganan sus partenaires femeninas. Antes Frankie y Vinnie, los gemelos representados por Franco, eran los encargados de resolver los problemas de unos y otros. Ahora, con el giro sutil hacia el empoderamiento femenino de sus protagonistas, real en la segunda ola feminista vivida en aquellos años, los gemelos tienen menos tiempo en pantalla. Especialmente notorio en el caso de Frankie, donde tras un inicio en el que parece jugar un papel importante, cae en la intrascendencia total y absoluta.

Pero esto va de Eileen/Candy, Abby y Lori. La primera con su crecimiento como directora en la industria pornográfica y el reconocimiento que esta le da. La segunda con su propio bar, sí, pero también inmersa en un movimiento político en el que intentan mejorar la vida de las prostitutas de The Deuce. La tercera con una también reconocida carrera como actriz porno, en aquellos años en los que esa industria vivió una era de oro. Lo que Lori debe superar con C.C. encima de manera constante, su dependencia emocional hacia su chulo, sus coqueteos con las drogas por sus miedos a él, es una de las tramas más interesantes de la presente temporada.

Los chulos juegan un papel más secundario en esta ocasión. Ven como su relevancia en la vida de la calle decae. No son capaces de adaptarse a los nuevos tiempos, a lo que les exigen las nuevas reglas. Y todo por esas mujeres que se rebelan a ellos. Darlene vive otra historia de autoconocimiento, de entender qué quiere y qué no quiere ser, que deja a su chulo, Larry Brown, descolocado. ¿Y la droga? Presente, especialmente en tramas secundarias como la que va uniendo poco a poco a Shy y Rodney en el descenso a los infiernos.

Crítica segunda temporada de The Deuce

The Deuce no sería lo mismo sin la presencia de la policía. Ya sabíamos por los primeros ocho capítulos que el cuerpo policial de Nueva York era un ente corrupto desde los cimientos. Aquí la historia continúa, algo que ya vimos en Vinyl. Por si alguien llega hasta aquí sin conocer la historia de la regeneración de la Gran Manzana: dicho proceso requirió de años de limpieza, externa e interna, para convertir la ciudad en lo que hoy conocemos. Ese ambiente turbio y sucio que vemos en las calles de la Nueva York de The Deuce era completamente real. Ahí está un clásico como Taxi Driver para reforzar la idea. Y el proceso de regeneración que empezamos a ver en la serie es, fue, real. Por ahí tenemos ese lado urbanístico que David Simon gusta de dar a sus proyectos, con el plano de una maqueta que dará sentido a todo para los despistados.

El aspecto visual vuelve a ser una delicia. Su banda sonora un espectáculo, con cambio de sintonía incluido -de Curtis Mayfield a Elvis Costello-, síntoma de que la serie es un cambio constante. Como la época que trata. Y el reparto. Emily Meade y Margarita Levieva están espectaculares. James Franco nos convence. Chris Bauer fantástico en un papel que parece sencillo pero se complica un poco. Gary Carr y Gbenga Akinnagbe se coronan como esos dos chulos un tanto perdidos en un nuevo paradigma, especialmente el primero. Pero Maggie Gyllenhaal, amigas y amigos. Maggie Gyllenhaal debe ganar todo premio que pueda ganar. Simple y llanamente.

Todo esto completa una crítica de la segunda temporada de The Deuce bastante larga. El problema llegados aquí es que me gustaría seguir contándote bondades sobre la serie. The Deuce da para debate, como acostumbra a hacer David Simon. Nos quedará una última temporada, la tercera, que será el broche final a una serie que no será la más famosa de HBO, pero desde luego va a dejar poso en aquellos que la vean. Si no lo has hecho ya, no lo dudes y dale una oportunidad al turbio universo de The Deuce. No te arrepentirás.

TEMPORADA FINAL

'The Deuce', y el porno llegó al hogar

La serie de David Simon y George Pelecanos recuerda el traslado de la pornografía de los cines a las casas durante los años 80

7 de septiembre del 2019

'The Deuce (Las crónicas de Times Square)' es una serie inequívocamente hija de sus dos creadores, el periodista metido a 'showrunner' David Simon y el célebre novelista criminal George Pelecanos. Cuando trabajaba para el periódico 'The Baltimore Sun', Simon se introdujo en profundidad en comunidades que solo suelen conocerse si formas parte del ámbito policial. Logró ganarse la confianza de fuentes a ambos lados de la ley, aprovechando luego lo aprendido en libros como 'Homicidio' y 'La esquina' (ambos llevados a televisión) y una serie policial propia, 'The wire', en la que importaba más comprender a los personajes y su entorno que seguir una intriga. En todas sus series posteriores pasa lo mismo, incluyendo 'The Deuce'.

A Pelecanos y Simon les interesa la gente, en particular aquella por la que nadie se interesa

A Pelecanos, como a Simon, le interesa la gente. Y en particular aquella por la que casi nadie se interesa: los actores secundarios de la sociedad. "Mi propósito ha sido desde siempre escribir sobre la gente a la que habitualmente no miramos: los chulos, las prostitutas… Pasas por su lado, giras la mirada y no piensas en cómo son las vidas de esa gente", nos decía en estas mismas páginas hace un año, en una entrevista con motivo de la segunda temporada de 'The Deuce'. "Humanizar a esa clase de personajes es el propósito", añadía. "Para lograrlo tenemos a consultores que han trabajado en la prostitución, en el porno, en la policía. Gente de todos los caminos de la vida". 

¿De qué va 'The Deuce', cuya tercera temporada, la última, arranca el martes en HBO España? Va de eso, de prostitutas, de sus chulos, de pornógrafos (y pornógrafas), de porteros de burdel, de polis… Todo el 'dramatis personae' del Times Square anterior a la alcaldía de Rudy Giuliani y la tienda de M&Ms. Como corresponde a una serie de estos dos viejos colaboradores (Pelecanos escribió el penúltimo episodio de cada temporada de 'The wire'), los polis pueden ser decentes, pero menos, y los chulos tener buen corazón; o no tenerlo y aún así hacerte sufrir por ellos. 

Historia del cine triple equis 

Lo que cuenta 'The Deuce' sin grandes aspavientos historiográficos, a base de los retazos de vida de personajes medio inventados, medio reales, o enteramente inventados, es en esencia la historia del auge de la industria del porno en Nueva York y, en parte, Los Ángeles entre principios de los 70 y mediados de los 80. 

También el porno se trata con matices, sin la toma de postura radical que ahora parece obligada con cualquier asunto. Por un lado, Simon y Pelecanos y su equipo de guionistas (hombres y mujeres) pueden resaltar su posible uso como herramienta de liberación y aceptación de la sexualidad femenina: uno de los personajes principales es Eileen 'Candy' Merrell (Maggie Gyllenhaal), trabajadora sexual metida a actriz, directora y productora porno que recuerda en sus postulados feministas a la verdadera cineasta Candida Royalle. Por otro lado, tampoco se esconde lo que tiene de mercantilización del cuerpo femenino; se escogió 'This year's girl' de Elvis Costello como sintonía de la segunda temporada por tratar sobre este tema.

'The Deuce' va de prostitutas, chulos, pornógrafos, porteros de burdel, polis...

En la tercera temporada, la prostituta pasada a estrella porno Lori Madison (Emily Meade) ha logrado salir de la sombra de su chulo, C.C. (Gary Carr), pero se enfrenta a nuevas humillaciones por parte de la industria californiana del porno. En el nuevo salto de cinco años que da la serie en esta temporada, el cine triple equis ha perdido componente narrativo y autoral y se basa, sobre todo, en la concatenación de escenas más o menos chocantes. Merrell sale hundida de una proyección de 'New wave hookers', desconsolada por cómo se trata en el filme la sexualidad femenina: las mujeres se activan eróticamente cuando suena música new wave. 

La sombra del SIDA

'The Deuce' sigue sacando provecho humorístico de la capacidad de James Franco para interpretar a personajes canallescos: no se pierdan a Frankie Martino, contrapartida despistada de su más sereno hermano gemelo Vince, tratando de convertirse en el rey del porno amateur. 

Pero todo parece indicar que, igual que 'Boogie nights' (otra gran ficción sobre la industria del porno) pasaba gradualmente de lo lúdico y cómico a lo desolador, 'The Deuce' acabará dejando regusto amargo. La relación (abierta) de Vince con Abby (Margarita Levieva), que ha dado algunos de los momentos más emotivos de la serie, parece seriamente a punto de resquebrajarse. Y la que une al emprendedor Paul (Chris Coy) con el actor Todd (Aaron Dean Eisenberg) está amenazada por una enfermedad cuyo nombre Reagan todavía no se había atrevido a pronunciar: el SIDA. 

Bastante ausente de la conversación colectiva, 'The Deuce' merece más audiencia y aplauso, y a ser posible ahora, no cuando esté fuera de antena. Hagamos saber a Simon y Pelecanos que su humanismo es importante.


Lo mejor y lo peor de The Deuce: qué pasó en la primera temporada.

La serie de HBO explora los inicios de la industria del porno en la Nueva York decadente de comienzos de los 70; atención: ¡hay spoliers!

6 de noviembre de 2017

Todo transcurre en Nueva York, en la "ciudad que nunca duerme", varias décadas atrás. La escenografía parece muy distinta a la que Hollywood se esmera por retratar: prostitutas, vagabundos, calles sucias, carteles de neón con invitaciones sólo para adultos, policías corruptos, homosexuales perseguidos. Y sin embargo, los personajes de The Deuce parecen saber de manera muy íntima que algo va a suceder, que tarde o temprano la tierra temblará bajo sus pies y sus destinos se torcerán.

No, no es una serie "fácilmente digerible", aunque tampoco entra en la categoría "de culto". La apuesta de HBO apunta, más bien, a un público no masivo pero sí fiel, curioso, paciente, maduro, interesado por las historias corales en un mundo lejano pero no tanto. El hilo conductor es el desarrollo y la explosión de la industria del porno en la Gran Manzana, algo que apenas asoma en esta primera temporada pero que promete tener un mayor desarrollo en la próxima y en la tercera (en caso de que se confirmen los rumores de que la serie tendrá continuidad durante 2019).

¿Qué dejaron estos primeros 9 episodios de The Deuce? Algo más que el boceto de lo que vendrá, porque los guionistas George Pelecanos y David Simon (los mismos de The Wire) consiguieron imprimirle ritmo al relato, y poner en primer plano a un puñado de personajes llenos de claroscuros.

James Franco ha demostrado que no puede quedarse quieto: basta con observar la enorme lista de proyectos que tiene en desarrollo como actor, productor, director y guionista para darse cuenta que el californiano no le teme a los desafíos, delante y detrás de cámara.

Además de productor ejecutivo y de dirigir algunos de los capítulos de esta primera temporada de The Deuce, Franco compone a los gemelos Vincent y Frankie Martino, en muchos sentidos opuestos aunque dispuestos a asociarse para salir de las desgracias económicas. Así, ambos quedan al frente del bar Hi-Hat y demás proyectos apadrinados por el mafioso italiano Rudy Pipilo (Michael Rispoli). El desafío de este doble papel parece quedarle algo grande al actor, al punto de generar cierta confusión en el televidente al momento de distinguir qué hermano está haciendo qué cosa en pantalla.

La formula de Maggie Gyllenhaal -que también figura como productora de la serie- parece opuesta a la de Franco y podría resumirse con la trillada pero verídica frase que indica que "menos es más". Con firmeza pero también con la suavidad de quien ya ha perdido demasiado en la vida, su criatura -Eileen "Candy" Merrell- es una de las piezas fundamentales de esta historia.

A diferencia de las otras chicas que trabajan en la calle, "Candy" levanta las banderas de la autonomía, se niega a depender de un proxeneta y no se cuestiona ese destino que eligió para sí misma. Poco importan los comentarios hirientes de su madre, el recuerdo de su hijo abandonado o la soledad que la rodea: ser prostituta es todo lo que puede ser. Hasta que una serie de situaciones dolorosas la despiertan de ese letargo en el que estuvo sumida durante años, y un primer contacto con la incipiente industria del porno enciende una luz que la encuentra sorprendentemente ambiciosa e intrépida. Esa progresión es notable en pantalla gracias al oficio de Gyllenhaal.

Las dueñas de la calle

Y si de puntos fuertes hablamos, resulta imposible obviar a sus "chicas". Las prostitutas que circulan por la calle 42 -también conocida como "The Deuce", de allí el nombre de la serie- forman parte del paisaje pero también van contando sus historias de explotación, maltrato, abandono, excesos y dependencia a medida que avanza el relato.

La fiereza de Darlene (Dominique Fishback, en una enorme interpretación), por ejemplo, abre paso a una veinteañera tierna, capaz de emocionarse con una película o de leer un libro a escondidas para no "hacer enojar" a su proxeneta. Algo parecido sucede con Ashley (Jamie Neumann), una mujer que ve cómo su tiempo se acaba, a medida que su cuerpo envejece y otras chicas jóvenes aparecen para correrla de ese lugar de privilegio que alguna vez tuvo.

La cuestión de la "redención" está presente de alguna manera u otra, aunque no siempre son ellas las que buscan la luz al final del túnel. En este punto, el guión cae en un lugar común: es Abby (Margarita Levieva), la chica rebelde, formada y de "buena familia", la que pretende enseñarles la salida hacia una vida distinta, en la que puedan elegir libremente su destino. Su paso por la universidad le dejó ideas muy claras acerca de cómo hacerse valer frente a los hombres, y considera que debe hacer algo por esas mujeres que no tuvieron la misma suerte que ella. Ella trabaja como mesera en el Hi-Hat porque lo elige, como un grito de rebeldía ante sus padres aristocráticos. Así, la culpa burguesa también tiene su lugar en un mundillo en el que nadie parece sentir la más mínima empatía por el otro.

El ambiente

Nueva York es, posiblemente, el punto menos estadounidense de Estados Unidos. Aún cuando mucha de su iconografía ha ayudado a construir el american way of life en el imaginario del resto del mundo, ese lugar siempre parece haberse regido por sus propias reglas.

Lo que The Deuce señala es el modo en que las leyes de lo que era considerado inmoral o indecente se fueron volviendo cada vez más laxas a comienzos de los 70. Eso fue lo que incentivó a la industria del cine porno "hecho en casa", a medida que la sociedad se volvía más tolerante a la revolución sexual que avanzaba desde Europa.

Pero también hay una clara fotografía del modo en que la mafia se movía con total soltura en el control de lo "ilegal", y el modo en que la policía neoyorquina no sólo hacía la "vista gorda", sino que también aprovechaba esos grises para hacer sus propios negocios. La Gran Manzana era una zona liberada, en la que casi todo era posible.

La reconstrucción de época resulta impecable desde lo visual en The Deuce, pero también lo hace al momento de ubicar al espectador en ese momento histórico tan particular, de completo desencanto político -el Watergate estaba en ciernes por entonces- y decadencia social.

El intento de la periodista Sandra Washington (Natalie Paul) por desentrañar esa maraña de negocios es la prueba más cabal de las fuerzas que operan para sostener el status quo en ese mundo de ilegalidades nocturnas. Y hay un guiño hacia las chicas que venden su cuerpo para sobrevivir en la calle: la ambición de la reportera por conseguir el reconocimiento público y avanzar en su carrera también la lleva a hacer a una lado los escrúpulos. En su caso, no se trata de sobrevivir, sino de sobresalir entre la mediocridad que la circunda.

En The Deuce todos tienen un precio y casi nadie tiene algo que perder. Afortunadamente, la serie no arriesga una mirada moral sobre sus protagonistas ni sobre una época en la que todo estaba por cambiar. Ese, posiblemente, sea el mayor de sus aciertos.


Conoce los inicios del porno a través de The Deuce.

Marcos Rojo

 17 de febrero de 2022

El nacimiento del porno a principio de los años 70 es el planteamiento de la serie The Deuce. Ambientada en la cuidad de Nueva York, trata las ambiciones personales y profesionales que emergen con esta nueva forma de ganarse la vida. Prostitutas, proxenetas, drogas y empresarios se mezclan en The Deuce para dar como resultado la industria sexual que hoy en día conocemos y genera millones de euros cada año.

Si no sabes dónde ver The Deuce nosotros te contestamos. Lo vas a poder hacer a través de la plataforma de contenido online HBO. Si aún no estas suscrito a esta plataforma, ahora tendrás que hacerlo directamente a través de HBO Max, ya que la marca ha cambiado de nombre. No obstante, mantiene su catálogo e incluso lo amplía. Ahora podrás registrarte por 8,99 euros al mes.

En HBO te lo ponen fácil para que te suscribas a su plataforma. Al buen precio hay que añadir que no tienen compromiso de permanencia, por lo que podrás cancelar cuando quieras. También podrás descargar The Deuce y todas tus series favoritas y disfrútalas sin conexión, cuando quieras y donde quieras. Recuerda también que puedes ver todo su catálogo en dos dispositivos gracias a sus reproducciones simultáneas.

¿Por qué ver The Deuce?

The Deuce, también llamada "las crónicas de Times Square" en español, va a ofrecer al espectador entretenimiento y una visión muy clara del inicio de la industria del porno en Nueva York desde la década de los años setenta hasta mediados de los 80. Times Square, antes de la masificación del turismo en la ciudad, era una calle marcada por la prostitución y la pornografía mezclada con empresarios, altos ejecutivos, drogas, bares nocturnos y policías corruptos.

Pero no te equivoques. Si lo que esperas ver en The Deuce son escenas subidas de tono es mejor que no te molestes en empezar esta serie ya que está muy lejos de eso. Con The Deuce, buscan mostrar de una manera cercana como funciona la industria del porno y cómo los intereses económicos están por encima de todo lo demás.

Si quieres explorar los inicios del porno, comenzando con su legalización, The Deuce es la serie que te va a ofrecer todo esto y más a lo largo de sus tres temporadas. Además, no te puedes perder la interpretación de sus protagonistas con James Franco y Maggie Gyllenhaal, ambos en un papel magistral que traspasa la pantalla.

The Deuce: una serie sin tapujos sobre el porno

Aunque el tema central de The Deuce sea el inicio de la industria pornográfica, la serie va mucho más allá y es quizá eso lo que la hace tan interesante. Es sobre todo, cómo trata un sector tan opaco y a veces peligroso lo que le ha valido excelentes críticas y opiniones por parte de la prensa especializada y del público en general. Con elegancia, sin esconder nada pero tampoco siendo explícita, The Deuce no solo son cuerpos desnudos y escenas de sexo, todo lo contrario. Ahonda en los problemas ecónomicos y en la necesidad de sobrevivir como punto de partida para iniciarse en la pornografía.

La actuación de Maggie Gyllenhaal en esta serie le ha valido el reconocimiento del sector con un personaje que ha hechizado al público y ha generado cierto magnetismo que hace que sea la gran estrella de The Deuce. Su compañero de reparto, James Franco, también ha conseguido hacerse con el personaje y dejar buen sabor de boca en el público.

Por todo ello, The Deuce es una serie fascinante, sin soeces ni exageraciones que podrían haber arruinado la idea original. Era fácil caer en la tentación de derivar hacia lo obsceno y lo explícito y su creador, David Simón, ha conseguido evitarlo. Eso no impide que para algunos se haya quedado en la superficie, a medias y haya pasado por alto algunos temas importantes.

The Deuce se da por concluida con tres temporadas

No habrá más temporadas de la serie The Deuce. Su creador, David Simón, siempre dejó claro que la serie había sido planteada para tres temporadas y, por tanto, estirarla era inviable y no tenía sentido. Se podrían resumir sus palabras en "esto es lo que hay y no esperéis más". También es cierto que esta serie coincidió en el tiempo con la salida a la luz pública del caso Harvey Weinstein y el protagonista The Deuce, James Franco, fue acusado de abusos sexuales en otros momentos de su vida. Desde entonces se ha retirado de la escena, así que tampoco era buen momento para hablar de posibles capítulos nuevos.

El capítulo final de The Deuce parece ser uno de los mejores de la serie y la tercera, una temporada redonda. Un salto en el tiempo lleva la historia hasta los 80, con el Sida como una constante en la vida de los personajes. No queremos hacer ningún spoiler, pero vete preparando el pañuelo para secarte las lágrimas con alguna de las escenas de la última temporada y estate listo para cualquier cosa en el capítulo final.


Mafia.

Richard Basciano (16 de julio de 1925 - 1 de mayo de 2017) fue un desarrollador inmobiliario estadounidense activo en la ciudad de Nueva York y Filadelfia.

FABIOLA DEL PILAR GONZÁLEZ HUENCHUÑIR




Basciano nació en 1925 en Baltimore, Maryland, donde su padre era boxeador profesional. En la década de 1960, Basciano comenzó a vender pornografía en Nueva York en sociedad con el mafioso de la familia criminal Gambino, Robert DiBernardo.  En las décadas de 1970 y 1980, el imperio inmobiliario de Basciano se centró en el Show World Center, el emporio sexual más grande y antiguo de Nueva York. Fue apodado el "rey del porno de Times Square" en informes de prensa.  
A mediados de la década de 1990, la industria del entretenimiento para adultos estaba experimentando cambios rápidos. Los esfuerzos de la ciudad para desinfectar Times Square agravaron la adopción generalizada de VCR. Operando a través de STB Investment Group y otras empresas, Basciano vendió sus propiedades a medida que los vecindarios se aburguesaban . Basciano murió el 1 de mayo de 2017 en la ciudad de Nueva York a la edad de 91 años.

Muere King Richard Basciano, el rey de bienes raíces de Times Square Porn Shop
Jen Chung
7 de mayo de 2017


Un hombre conocido como " la eminencia del dueño de la pornografía del viejo Times Square " falleció, lo que lleva a especular que los restos de la vieja, arenosa y obscena Nueva York podrían desaparecer más temprano que tarde.

Richard Basciano tenía 91 o 92 años cuando murió el pasado lunes 1 de mayo. De Crain's :

La muerte de Basciano pone en duda el destino de las propiedades inmobiliarias de gran valor que poseía, incluido un trío de edificios en ruinas entre las calles West 42nd y West 43rd a lo largo de la Octava Avenida.

El espacio comercial en dos de las propiedades adyacentes alberga el establecimiento XXX más grande que queda en Basciano, Show World Center, una de las pocas tiendas XXX que quedan en el vecindario de Times Square. En su apogeo sórdido en las décadas de 1980 y 1990, Times Square albergaba docenas de tiendas de este tipo, y Show World se consideraba una de las más destacadas y provocativas. Un funcionario de la ciudad se refirió a él como el "buque insignia de la industria del sexo en Nueva York".

Basciano le había dicho a Crain's el año pasado que Show World cerraría, pero una abogada, Erica Dubno, dijo:

"No creo que quisiera cerrar Show World por lealtad a los empleados que trabajaron allí durante mucho tiempo. Richard era un hombre de negocios muy inteligente". que trataba maravillosamente a sus empleados."

Show World Center, en 22,000 pies cuadrados en la 8th Avenue entre las calles 42nd y 43rd, había incluido un club de comedia y la casa embrujada Times Scare en un momento dado. Basciano había vivido en un ático encima de Show World.

El obituario del NY Times señala :
 "Un exboxeador que no refutó una estafa de cupones de una tienda en su Baltimore natal y que una vez vendió revistas obscenas en Nueva York, el Sr. Basciano ganó millones de dólares con las monedas de veinticinco centavos que sus clientes depositaron para los peep shows". y formas más interactivas de entretenimiento... Comenzó vendiendo revistas de sexo y comprando bienes raíces en Nueva York a principios de la década de 1960 y se convirtió en socio de Robert DiBernardo, quien, según dijo Basciano más tarde, se sorprendió al saber que era un mafioso".
 (DiBernardo desapareció en 1986 y la gente solo se enteró en 1992 de que lo mataron por "contrariar al jefe de la mafia John Gotti").

También expandió su imperio pornográfico en Filadelfia y compró bienes reales allí. Era dueño de un edificio en Filadelfia que se derrumbó y mató a seis personas en 2013 , lo que resultó en que pagara $27 millones de un acuerdo de $227 millones.

Basciano ayudó a respaldar a la Coalición por la Libertad de Expresión, que protestó por la represión del alcalde Giuliani contra los negocios de pornografía en la década de 1990. The Daily News informa : 
"A finales de los 90, Basciano ganó alrededor de $ 14 millones, 'menos del valor de mercado', de la condena estatal de sus edificios, dijo al Daily News en 2008. Nunca perdonó al ex alcalde Rudy. Giuliani, ahora asesor del presidente Trump. 'Soy su némesis', dijo Basciano".
Richard Basciano, magnate de la pornografía en Times Square, muere a los 91 años.
ana karina gonzalez huenchuñir



Por Sam Roberts
6 de mayo de 2017

Richard Basciano, quien se defendió de décadas de desafíos legales para preservar a Show World como el último puesto de avanzada de su vasto imperio pornográfico de Nueva York, lo que le permitió reinar durante un tiempo como el único sultán de obscenidad sobreviviente de Times Square, murió el lunes en Manhattan. Tenía 91. Su muerte fue confirmada por su abogado, Thomas A. Sprague.
Un ex-boxeador que no refutó una estafa de cupones de una tienda en su natal Baltimore y que una vez vendió revistas obscenas en Nueva York, Basciano ganó millones de dólares con las monedas que sus clientes depositaron para programas de peep (peep show places) y formas de entretenimiento más interactivas.
Si bien Internet y la disponibilidad de videocasetes y DVD de alta calidad y bajo precio eran malos para su negocio, la remodelación de Times Square, que se había demorado mucho, eventualmente hizo que su propiedad fuera más valiosa que la pornografía.
El Sr. Basciano cosechó una ganancia inesperada estimada en $ 14 millones a fines de la década de 1990 cuando sus propiedades en Times Square fueron condenadas para nuevos edificios de oficinas y lugares de entretenimiento renovados.
Show World, que continuó operando en una versión desinfectada al pie de dos edificios de 12 pisos en la esquina noroeste de 42nd Street y Eighth Avenue, vale millones solo por la tierra.

“Show World va a cerrar”, dijo Basciano a Crain’s New York Business el año pasado. “Esta propiedad inmobiliaria es muy valiosa”.

A Basciano no le fue tan bien como desarrollador en Filadelfia, donde compró el Forum, el teatro pornográfico más antiguo de la ciudad, y decidió remodelar una franja deteriorada en Market Street West.
En 2013, una pared de ladrillos sin refuerzos de un edificio que sus contratistas estaban demoliendo aplastó una tienda de segunda mano del Ejército de Salvación de un piso, matando a siete personas e hiriendo a 12. En enero, Basciano recibió la orden de pagar alrededor de $27 millones del acuerdo de $227 millones, la mayor indemnización por lesiones personales en la historia de los tribunales de Pensilvania.
“Su preocupación por el accidente y los muertos y heridos graves pesaba mucho sobre él, y sin duda afectó su salud”, dijo Sprague, su abogado, en una entrevista telefónica el viernes.

En Nueva York, los escaparates sórdidos de Basciano en West 42nd Street también fueron difíciles de defender. A mediados de la década de 1970, cuando abrió Show World, había casi 150 tiendas de sexo en Times Square. Veinte años después, el Sr. Basciano todavía poseía alrededor de una docena solo en ese bloque y empleaba a 400 personas.
Pero para un pornógrafo que era enemigo jurado del sacerdote de la esquina (el reverendo Robert Rappleyea de la Iglesia de la Santa Cruz), y cuyo socio comercial desapareció una noche en lo que resultó ser un desacuerdo interno del crimen organizado, el Sr. Basciano era relativamente bien considerado.
Show World era un elegante supermercado pornográfico de 22,000 pies cuadrados.

“Sus operaciones son impecables; son el McDonald's de toda la industria del sexo”, dijo en 1995 William H. Daly, director de la Oficina de Cumplimiento del Midtown de la Alcaldía.
Sin embargo, Daly agregó:
  “Se habla en términos relativos. Si estás hablando de la industria del sexo, la forma en que la maneja es más limpia. Pero, ¿qué tan limpia puede ser este tipo de actividad?”.

El Sr. Basciano rara vez concedía entrevistas (quizás porque cuando lo hizo, en 1982, provocó indignación al argumentar que sus tiendas eran un “disuasivo para las violaciones”). Pero en el libro de Josh Alan Friedman “Tales of Times Square” (1986), se le cita diciendo:
 “No soy un ángel. No me están saliendo alas, pero argumentaré que este negocio no es un detrimento para la comunidad”.

En 1998, los funcionarios de la ciudad de Nueva York ordenaron que ningún negocio relacionado con el sexo pudiera ubicarse a menos de 500 pies de una iglesia, una escuela o una residencia, definiendo tal negocio como aquel cuyas ventas están al menos en un 40 por ciento orientadas al sexo. Eso aún dejó al Sr. Basciano unos considerables 8,800 pies cuadrados para complementar sus cintas de kung fu y camisetas “I ♥ NY” con novedades clasificadas X.

Ocasionalmente fue cerrado, pero subsidió a la  Coalition for Free Expression, un grupo de pornógrafos que contrataron al abogado Herald Price Fahringer para desafiar las represiones periódicas de la ciudad en los tribunales.

“Richard creía en la Primera Enmienda y en preservar la libertad de expresión y expresión”, dijo Erica T. Dubno, socia legal del Sr. Fahringer. (El Sr. Fahringer murió en 2015).
Friedman describió a Basciano en un correo electrónico como solitario y astuto, “el Howard Hughes de Times Square”.

Richard Carmello Basciano nació el 16 de julio de 1925 en Baltimore de Margaret y Nicholas Basciano, un boxeador profesional. Antes de graduarse de la escuela secundaria, sirvió en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial.
Le sobreviven su esposa, la ex Lois Palmer; tres hijas, Claudia Basciano, Lisa Lombardi y Lesley Roberts, que tuvo con su primera esposa, Jean, fallecida en 2006; una hermana, Marietta Restivo; un hermano, John Basciano; seis nietos; y dos bisnietos.
Comenzó vendiendo revistas de sexo y comprando bienes raíces en Nueva York a principios de la década de 1960 y se convirtió en socio de Robert DiBernardo, quien, según dijo más tarde Basciano, se sorprendió al saber que era un mafioso.
En 1986, después de llamar a su familia en Long Island, el Sr. DiBernardo salió del trabajo en su Mercedes y nunca más se lo volvió a ver. Su destino se reveló en 1992 en un juicio contra el crimen organizado: lo habían asesinado por traicionar al jefe de la mafia John Gotti.

Aparentemente, sin embargo, los únicos antecedentes penales del Sr. Basciano fueron una declaración sin oposición en 1968 por cargos federales de fraude derivados de un esquema de cupones cuando trabajaba para un periódico de Baltimore.
A mediados de la década de 1990, Disney Theatrical Productions había firmado un contrato de arrendamiento para el famoso New Amsterdam Theatre en 42nd Street. Para 1998, las "chicas desnudas en vivo" en Show World se habían ido. La mayor parte del espacio que alguna vez se reservó para la pornografía y el sexo evolucionó a lo largo de los años, entre otras cosas, en un club de comedia llamado Laugh Factory y una casa embrujada llamada Times Scare.

El Sr. Basciano todavía vivía en Show World en un penthouse, que incluía un ring de boxeo de tamaño completo.
Según la mayoría de los relatos, el Sr. Basciano era un caballero, aunque James Traub, en su libro “The Devil's Playground: A Century of Pleasure and Profit in Times Square” (2004), recordó un encuentro cercano mientras Marc Barbanell, gerente general de Show World , lo estaba llevando de gira por el emporio durante las renovaciones.
Los trabajadores subían por todo el segundo piso, creando un tipo muy nuevo de Show World”, escribió Traub. “Mientras pasábamos, Marc señaló una figura canosa que estaba de pie con dos trabajadores. "Ese es Richard", dijo. Pregunté si al menos podía saludarlos. "Mejor no", dijo.

El neón que se desvanece en los sex-shops de Times Square; el escurridizo e indiscutible rey de la pornografía en el Midtown puede verse obligado a cerrar-

The Fading Neon of Times Square's Sex Shops;Elusive, Undisputed King of Midtown Pornography May Be Forced Out of Business.


Haciendo caso omiso de las señales que decían "no parar en ningún momento", un automóvil con matrícula diplomática se deslizó hasta detenerse en un tramo de mala muerte de la Octava Avenida en el centro de la ciudad. Dos hombres salieron y desaparecieron en las fauces de neón del laberíntico emporio sexual llamado Show World.
Durante dos décadas, Show World ha sido la más brillante de las luces llamativas en el firmamento pornográfico de Times Square, tanto que un funcionario de la ciudad lo llama el "buque insignia de la industria del sexo en Nueva York". Pero Show World está en problemas. Su luz ahora parpadea y puede extinguirse.
El miércoles, el mismo día en que el teatro X acogió al contingente internacional, el Concejo Municipal aprobó una ordenanza de zonificación diseñada para acabar con los grupos de peep shows y teatros pornográficos que han surgido en los cinco condados.
Podría significar que los hombres de lugares tan lejanos como África y tan cerca como la Terminal de Autobuses de la Autoridad Portuaria ya no pueden dejar caer una ficha octogonal en una ranura en una cabina privada para seleccionar de una lista de docenas de películas para adultos. Podría significar la eliminación de otras cabinas apodadas "confesionarios", en las que las mujeres se desnudan y actúan detrás de mamparas de vidrio.
Y podría significar que Richard Basciano, el escurridizo propietario de Show World y el rey indiscutible de la pornografía en Times Square, ya no reclamaría lo que se anuncia como "el mayor centro para adultos del mundo".

"Es el mayor empresario relacionado con el sexo en la ciudad", dijo William H. Daly, director de la Oficina de Cumplimiento del Midtown de la Alcaldía, que se enfoca en el control de vicios. Y controla la empresa más grande del centro y de toda la ciudad. Es el más antiguo de estos emporios sexuales y el más grande.
Poner en peligro el título del Sr. Basciano es una disposición de la ordenanza de zonificación que, si resiste una impugnación judicial esperada, prohibiría que los negocios sexuales operen dentro de los 500 pies de una escuela, guardería o lugar de culto.
A la vuelta de la esquina de Show World, en West 42d Street, ya menos de 500 pies del letrero que anuncia "desnudo" y "sexo", se encuentra la Iglesia Católica Romana de la Santa Cruz. El letrero mucho más pequeño y sin luces de la iglesia susurra "Misa" y "vigilia".
"Tendrían que irse", dijo Gretchen Dykstra, con una voz desprovista de tristeza. Como presidenta del Distrito de Mejoramiento Comercial de Times Square, ha trabajado durante años para contener las tiendas para adultos en el área. La nueva medida de zonificación, dijo, reduciría la cantidad de tiendas de sexo en Times Square de 46 a una docena.
Pero el Sr. Basciano, propietario de varios otros peep shows y teatros además de Show World (el número exacto no es fácil de determinar) está contraatacando. Es uno de los principales benefactores de la Coalición por la Libertad de Expresión, una banda de propietarios de tiendas de sexo para adultos que planean demandar a la ciudad para bloquear el cambio de zonificación por motivos de la Primera Enmienda.
Incluso si el Sr. Basciano pierde la pelea, gana financieramente. Sus empresas operan en propiedades inmobiliarias selectas en todo Times Square, y sus activos se vuelven más lucrativos a medida que el distrito se vuelve más deseable. En los últimos dos años, vendió cuatro sitios de peep-show al casi público Proyecto de Desarrollo de la Calle 42d por un total de $12.3 millones.
A pesar de todo su apoyo a la libertad de expresión, el Sr. Basciano prefiere permanecer en silencio. Su última entrevista fue en 1982, cuando dijo que sus tiendas de sexo eran "un elemento disuasorio para las violaciones". Ahora habla a través de abogados y vive en un departamento, equipado con equipo de ejercicio, en algún lugar por encima y detrás del motivo circense de Show World. Allí, el Sr. Basciano, un ex boxeador, mantiene en forma su cuerpo de 70 años y sus ojos en su imperio multimillonario.
"Lo único que siempre me ha enorgullecido de representar al Sr. Basciano es que disfruta de una notable reputación de cumplimiento", dijo su abogado, Herald Pryce Fahringer. Dijo que su cliente había perdido una "enorme cantidad de negocios" a lo largo de los años al adherirse meticulosamente a las leyes que prohíben el contacto entre patrocinadores y artistas.

El Sr. Fahringer también repitió una evaluación del Sr. Basciano una vez entregada por el Sr. Daly: "Sus operaciones son impecables. Son el McDonald's de toda la industria del sexo". El Sr. Daly respondió que el Sr. Fahringer ha sacado sus palabras de contexto. Dijo que se refería al éxito del Sr. Basciano al aplicar su éxito pornográfico a otros establecimientos.
"Está dicho en términos relativos", dijo Daly, quien ha pasado 20 años tratando de detener el crecimiento de la pornografía en la ciudad. "Si estás hablando de la industria del sexo, la forma en que él la maneja es más limpia. Pero, ¿qué tan limpia puede ser este tipo de actividad?".
El aspecto honky-tonk de Times Square, a menudo enmarcado en luces de neón y proclamado por ladrones de pie en portales imponentes, ha sido parte del distrito durante tanto tiempo que parece calificar para la preservación histórica. Una vez que un centro de la industria del teatro, se asentó en la sordidez cuando la televisión desplazó al entretenimiento en vivo. En la década de 1960, un hombre llamado Martin J. Hodas equipó las máquinas de Nickelodeon con películas pornográficas. La innovación le valió una fortuna, así como el apodo de King of the Peeps.

El Sr. Basciano, nativo de Baltimore cuya única condena penal ha sido por fraude postal, incorporó Show World con tres socios a mediados de la década de 1970. Uno era Robert DiBernardo, un reputado capitán de la familia criminal Gambino.
Daly dijo que Basciano fue el primero en reemplazar los proyectores de 8 milímetros del peep show con cintas de video. Pero su Show World también organizó actos sexuales en vivo, simulados y reales, dijo Daly.
A mediados de la década de 1980, el Sr. Basciano tenía intereses en más de dos docenas de empresas de pornografía y bienes raíces, dijeron funcionarios de la ciudad. También se había convertido en la figura dominante en la industria del sexo de Nueva York, después del encarcelamiento del Sr. Hodas en 1984 por una condena federal por obscenidad. El ganador fue el botín, ya que el Sr. Hodas vendió varios de sus peep shows de 42d Street al Sr. Basciano.
El ascenso de Basciano no estuvo exento de turbulencias. En 1986, su socio, el Sr. DiBernardo, telefoneó a su familia en Long Island para discutir los planes de la cena, salió del trabajo en su Mercedes-Benz y nunca más lo volvieron a ver. No fue sino hasta 1992, en el juicio penal de John Gotti, que se reveló el destino del Sr. DiBernardo; lo habían matado por enfadarse con el señor Gotti.

Pero el abogado de Basciano, Fahringer, enfatizó que su cliente nunca ha tenido nada que ver con la mafia, ni entonces ni ahora.
El Sr. Basciano ha tratado de parecer cívico. En 1989, el Sr. Fahringer escribió una carta a Crain's New York Business diciendo que Show World había descontinuado voluntariamente sus programas de sexo en vivo y que el Sr. Basciano estaba firmemente en contra de las drogas, la prostitución y las apuestas.
Los funcionarios de la ciudad reconocen que el Sr. Basciano también fue útil en el reciente impulso para revitalizar la calle 42d. Inclinándose con gracia ante las necesidades de un proyecto de reurbanización respaldado por la ciudad, vendió su Show Palace Theatre, su Show Center Peep Show y otros dos edificios, incluido uno adyacente al New Amsterdam Theatre que los funcionarios de Disney planean renovar para producciones orientadas a la familia.

Como otro ejemplo de buena fe, el Sr. Fahringer citó la respuesta del Sr. Basciano después de que el Departamento de Salud de la Ciudad cerrara su Hollywood Theatre en 777 Eighth Avenue, entre las calles 47 y 48, en agosto. Los inspectores encubiertos dijeron que vieron más de 70 incidentes de clientes que tuvieron relaciones sexuales de alto riesgo. Las leyes de la ciudad y del estado prohíben el sexo inseguro en lugares públicos.
El Sr. Fahringer, quien se quejó de que los inspectores deberían haber detenido cualquier práctica ilegal que presenciaron, dijo que el Sr. Basciano no quiere reabrir un teatro para adultos en el sitio y, en cambio, espera trabajar con la ciudad para desarrollar un uso más aceptable para el propiedad.
Pero las propuestas de Basciano no lo han dejado inmune a la regulación de la ciudad. La nueva ordenanza está claramente dirigida a Times Square, cuyo matrimonio a veces tenso entre lo bueno y lo malo atrae a 20 millones de personas al año. Y está claramente dirigido a él.

Algunos partidarios están de acuerdo con su posición en contra de la ordenanza de zonificación. Incluyen defensores de los derechos de los homosexuales, defensores de las libertades civiles y el presidente de la Junta Comunitaria 5, cuyo distrito incluye Times Square.
"Simplemente sentimos que era demasiado restrictivo", dijo el presidente, Nicholas Fish. "Tenemos innumerables preocupaciones y una comunidad muy diversa a la que tenemos que complacer".
Pero el Sr. Daly de la Oficina de Ejecución del Midtown del Alcalde aplaudió la medida de zonificación y se burló de los intentos del Sr. Basciano de "promocionarse a sí mismo como el Sr. Limpio".
La Sra. Dykstra del distrito de mejoras de Times Square dijo que dudaba que el Sr. Basciano sufriera la pérdida de su buque insignia con luces de neón. Señaló que él es dueño del edificio Show World y, de hecho, de la mayor parte de la cuadra.
"Richard Basciano me dijo una vez que todo esto se trata de especulación de tierras", dijo. "Él podría estar sentado en una fortuna en este momento".



Personajes 

Vincent tiene dos trabajos y lo da todo por salir adelante. Tiene un bar en el que trabaja y además es camarero en un restaurante coreano. Tiene un conflicto con su hermano gemelo Frankie, al que tiene que sacar constantemente de situaciones comprometidas.

Frankie se siente como un espíritu libre, aunque sus excesos son posibles en gran parte por la bondad de su hermano gemelo. Frankie se une al mafioso Rudy Pipilo con la esperanza de hacerse rico. También tiene un problema con el juego.


James Franco (Vincent y Frank Martino), dos hermanos gemelos de Brooklyn que operan en Times Square como fachada para los negocios de algunos mafiosos.
ana karina gonzalez huenchuñir


Maggie Gyllenhaal (Eileen "Candy" Merrell), una prostituta callejera de Times Square con espíritu emprendedor que se ve atraída por la industria de la pornografía.
Es una prostituta de Times Square con espíritu empresarial y curiosidad por el emergente mundo de la pornografía. Trabaja duro para mantener a su hijo y ayudar a su madre, y se niega a trabajar bajo las órdenes de un proxeneta. Basada libremente en la actriz y directora de cine para adultos Candida Royalle.

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Gbenga Akinnagbe (Larry Brown), un proxeneta de Times Square. Es un proxeneta que abusa e intimida a las mujeres que trabajan para él. A veces, a su pesar, muestra su verdadera personalidad atormentada, e incluso trazas de humanidad.

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Chris Bauer (Bobby Dwyer), cuñado de Vincent y Frankie Martino, empleado en una empresa constructora. Es el cuñado de Vincent y Frankie. Es un hombre de familia al que se le revela un nuevo mundo cuando empieza a explorar The Deuce (La Calle 42).
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Gary Carr (C.C.), proxeneta de Times Square. Las prostitutas con menos suerte terminan trabajando para C.C. Tiene a pocas chicas a su cargo, pero es muy exigente con ellas. A pesar de ser duro y mezquino, sueña con irse de la ciudad y formar una familia.
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Chris Coy (Paul Hendrickson), un veterano barman, con un espíritu afín a Vincent Martino, que persigue sus propias ambiciones personales y profesionales en la emergente comunidad LGBT de los años 70, en Nueva York.
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Dominique Fishback (Darlene), una joven prostituta. Es una joven prostituta de buen corazón atrapada por un proxeneta sin escrúpulos. Busca constantemente una forma de salir de su situación.
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Lawrence Gilliard Jr. (Chris Alston), policía del NYPD. Trabaja en la patrulla de la Calle 42. Frustrado por la corrupción del departamento, pronto buscará vías para airear la verdad.

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Margarita Levieva (Abigail "Abby" Parker), una estudiante que establece una relación sentimental con Vincent. Una estudiante universitaria muy despierta que comienza a trabajar en el bar de Vincent.
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Emily Meade (Lori), una joven prostituta recién llegada a Nueva York desde Minnesota. Una joven que acaba de llegar a Nueva York de Minnesota y a la que C.C. “apadrina” en su grupo.

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Natalie Paul (Sandra Washington), una periodista que investiga la industria del sexo en Times Square. Es una reportera que está comenzando sus andanzas profesionales. Cubrirá la industria del sexo con esperanza de convertirse en una persona relevante dentro del periodismo, aunque los proxenetas de la zona no se lo pongan fácil.
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Michael Rispoli (Rudy Pipilo), capo mafioso de la familia Gambino. Es el capo de la familia criminal Gambino. Representa los intereses de la mafia en la zona de Times Square y tiene especial interés en el bar de Vincent.

ana karina gonzalez huenchuñir

Jamie Neumann como Dorothy Spina / Ashley, una trabajadora sexual que trabaja para CC que abandona el comercio sexual y se convierte en activista con la ayuda de Abby. (temporada 2; temporada recurrente 1; temporada invitada 3) 

Lamentablemente, al final de la temporada 2, los fanáticos se despidieron de Ashley, también conocida como Dorothy Spina (interpretada por Jamie Neumann). Ashley trabajó como prostituta en Times Square antes de decidir dejar atrás su antigua vida y convertirse en activista de otras trabajadoras sexuales. Cuando regresó en la temporada 2, Ashley luchó para crear derechos para sus amigos que trabajan en la industria. 
Sin embargo, su perspectiva feminista molestaba a muchos proxenetas, incluido su exjefe CC. Al final de la temporada pasada, descubrimos que Ashley había sido asesinada. Su cadáver fue encontrado detrás de un contenedor de basura, podrido y cubierto de gusanos. Dado que fue asesinada fuera de cámara, el público no conoce la identidad de su asesino. En el episodio, solo vemos sus pies y su licencia de conducir. 

Personajes segundarios.

Method Man como Rodney, un proxeneta. (temporadas 1-2)

Don Harvey como Danny Flanagan, un patrullero de la policía de Nueva York y socio de Alston. [3] (temporadas 1-2)

Michael Kostroff como Rizzi, un sargento de guardia en la comisaría de Alston y Flanagan. (temporadas 1-2)

Mustafa Shakir como Mike "Big Mike", un hombre físicamente imponente y de pocas palabras que se convierte en el musculoso y ferozmente devoto amigo de Vincent.

Thaddeus Street como Frankie "Black Frankie", un veterano de Vietnam contratado por Vincent para la seguridad en los salones.

Genevieve Hudson-Price como Jocelyn Wasserman, esposa y asistente de cine de Harvey.

Anwan Glover como Leon, que dirige un restaurante que frecuentan los personajes.Su disgusto por el trato de las mujeres por parte de sus proxenetas finalmente se desborda.

Ralph Macchio como el oficial Haddix, un antivicio hastiado que patrulla Times Square en la corrupta fuerza policial de la década de 1970 en Nueva York. 

Zoe Kazan como Andrea Martino, la esposa separada de Vincent.

James Ciccone como Carmine Patriccia, un subjefe de la mafia que trabaja en un club social de Mulberry Street en Little Italy y está un peldaño por encima de Rudy Pipilo.

Will Chase como Jack, un hombre divorciado de unos 40 años que tiene una breve relación con Eileen, sin saber que ella es una trabajadora sexual. (temporada 1)

Garry Pastore como Matthew Ianniello , el capo de la familia Genovese que dirigió la industria del porno en Times Square durante las décadas de 1970 y 1980.

Carolyn Mignini como Joan Merrell, la decepcionada madre de Eileen que vive en los suburbios de Queens .

Finn Robbins (temporada 1), Mikey Moughan (temporada 2) y Dion Costelloe (temporada 3) como Adam, el hijo de Eileen que vive con su madre.

EJ Carroll como "Fat" Mooney, gerente de un sex shop propiedad de Frankie. (temporadas 1, 3)

Gino Vento como Carlos, conductor y guardaespaldas del mafioso Rudy Pipilo. (temporadas 1-2)

Aaron Dean Eisenberg como Todd Lang, un actor fracasado de formación clásica que comienza a trabajar en películas porno y rápidamente encuentra un hogar. Se hace amigo de Paul Hendrickson y entabla una relación personal/comercial con él.

Kim Director como Leila Brodie / Shay, una trabajadora sexual que trabaja para Rodney y lucha contra la adicción a la heroína.

Andrea-Rachel Parker como Bernice, una joven sensible e ingenua. Durante la temporada 1, Darlene viaja a su casa en Carolina del Norte y regresa con Bernice. Ella es "intercambiada" de Larry a Rodney, después de que Larry la considera demasiado joven y no lista para la calle. Luego trabaja en el salón. En la temporada 2, se convierte en la camarera del salón.

Pernell Walker como Ruby / Thunder Thighs, una trabajadora sexual afroamericana de talla grande reflexiva y obstinada. (temporadas 1, 3) 

Tariq Trotter como Reggie Love, un proxeneta (temporada 1)

Matthew James Ballinger como Richie "Gentle Richie", un proxeneta. (temporada 1)
Alysia Reiner como Kiki Rains, una astuta y exitosa agente de talentos que maneja a Lori. (temporadas 2-3)

Roberta Colindrez como Irene, quien administra un peep show propiedad de Vincent and the Mob. Ayuda a Shay a recuperar la sobriedad e inicia una relación con ella. (temporadas 2-3)

Armand Assante como el Sr. Martino, el padre de Vincent y Frankie. (temporadas 2-3) 

Michael Stahl-David como Kenneth, novio de Paul y socio comercial en su nuevo club. (temporada 2)

Sebastian Arcelus como Dave, activista laboral y socio de Dorothy. (temporada 2)
Esteban Carmona como Julito, un proxeneta (temporada 2)

Jim Parrack como Russell, un editor de cine que se convierte en el novio de Eileen. (temporada 2)

Taylor Selé como Renton Lowry, un joven agradable con acento caribeño que se hace amigo de Darlene y la ayuda a conseguir un trabajo y escapar del comercio sexual. (temporada 2)

Ryan Farrell como Greg Taylor, un agente de talentos de Los Ángeles que se convierte en el socio personal y profesional de Lori. (temporadas 2-3)

Michael Gandolfini como Joey Dwyer, el hijo de Bobby. (temporadas 2-3)

Domenick Lombardozzi como Jack Maple , un policía de tránsito de gran prestigio que ayuda a Alston a limpiar Times Square. (temporada 3)

Kelcy Griffin como Jennifer Preston, una joven e inteligente policía afroamericana que atrae la atención de Alston. (temporada 3)

Corey Stoll como Hank Jaffe, un rico hombre de negocios que sale con Eileen. (temporada 3)

Calvin Leon Smith como Reg, un afroamericano gay de carácter dulce que se hace amigo de Melissa y la cuida en el apartamento que comparten. (temporada 3)

Sonia Mena como Xiomara, una asertiva trabajadora sexual hispana que deja el negocio de salón de Bobby y alienta a las otras mujeres a hacer lo mismo. (temporada 3)

David Morse como Matthew Rouse, el padre separado de Melissa. (temporada 3)
Paloma Guzman como Pilar, una grafitera que inicia una relación con Abby. (temporada 3)

Ben Livingston como el Dr. Steiner, un psiquiatra que posee una propiedad de mala calidad en Times Square. (temporada 3)



EN PLAN SERIE POR ENRIC ALBERO.
The Deuce. Las esquinas de América

 Enric Albero
3 noviembre, 2017 


Esta idea esquinada y lucida se la tomo prestada al periodista, crítico e instructor (al menos en lo que a mi formación se refiere) Eduardo Guillot. Fruto de su trabajo como reportero en el Baltimore Sun, David Simon publicó dos novelas que, posteriormente, fueron llevadas a la televisión. Homicide (1993-1999) fue la primera y The Corner (La esquina), cuyo material literario original contaba con la colaboración de Ed Burns, la segunda.
 Esta miniserie de seis episodios fechada en el año 2000 ya anticipaba lo que dos años después veríamos en The Wire (2002-2008):  las esquinas como punto estratégico para la venta de drogas en esos rincones de la ciudad que no anunciaba la tourist info local.
Y de las esquinas más sórdidas del oeste de Baltimore viajamos a las no menos miserables esquinas de una Nueva York desesperanzada que ocupan, entre paseo y paseo, las prostitutas de The Deuce.

En el universo del creador de Treme, la esquina puede leerse en clave simbólica como ese lugar en el que sobreviven los parias de un sistema depredador, marginados obligados a inventarse una vía de financiación al margen de la normativa vigente. Las esquinas por las que deambulan dealers, prostitutas, yonquis y chulos no son más que la metonimia de toda esa subespecie conformada por individuos condenados a vivir en los límites de una sociedad organizada a partir de un modelo neoliberal en el que los beneficios son lo único que importa. En esa zona de sombra que los habitantes de la clase media no queremos ver, están los traficantes y los puteros, pero también los parados, los ancianos o aquellos que no tienen dinero suficiente como para costearse un seguro médico.

La obra de Simon siempre fue un alegato contra un orden político y social que incrementa las desigualdades entre los ciudadanos y The Deuce –producida por HBO y disponible en HBO España– supone un nuevo jalón en la línea de pensamiento de alguien que, en su visita al festival Serielizados en 2016 afirmó que “si el capitalismo actual fuese una persona, diríamos que es un sociópata”. El funcionamiento de la prostitución en la Nueva York de los 70 y el auge del negocio del cine pornográfico, alentado por la súbita aparición de un vacío legal, le sirven, de nuevo, para poner al desnudo las vergüenzas de una sociedad en la que el dinero se alza como un tótem ineluctable.

En ocasiones, la serie parece un destilado de The Wire, como si cada una de las constantes temáticas que formaban el esqueleto de cada temporada de aquella serie mítica, aquí se mezclaran en un concentrado que abarca desde la corrupción policial a la depauperación de los medios de comunicación, pasando por el desarrollo urbanístico vinculado a actividades tan lucrativas como de dudosa moralidad (el urbanismo es otro de sus grandes temas, como bien se demuestra en Show Me a Hero). Sin embargo, y aun cuando los grandes temas que recorren la trayectoria creativa del showrunner de Washington están muy presentes, aquí estamos ante la serie más feminista del autor de Generation Kill, por más que en sus ficciones seriales precedentes aparecieran personajes femeninos de la potencia de la Kima (Sonja Sohn) de The Wire. 
La presencia en el equipo de guionistas de Megan Abbott y Lisa Lutz, y en los créditos de dirección de Michelle MacLaren, Roxann Dawson y Uta Briesewitz (y de Maggie Gyllenhaal como productora ejecutiva), seguramente haya influido a la hora de dar forma a unos roles que cuestionan, cada uno a su manera, un sistema heteropatriarcal cuyos detentores se esfuerzan por mantener (neoliberalismo heteropatriarcal, ése es el concepto).

Merece la pena detenerse un poco en este asunto, sobre todo porque los caracteres masculinos repiten arquetipos muy presentes en otras propuestas anteriores de Simon y, aunque igualmente bien construidos, no incorporan el grado de novedad que revisten las mujeres que recorren las aceras de The Deuce.

Candy (pluscuamperfecta Maggie Gyllenhaal) es, para empezar, una prostituta independiente, una outsider que se maneja fuera de una organización jerarquizada en la que los pimps explotan a sus empleadas (perdón por el eufemismo). Una posición, tan delicada como valiente, que está en condiciones de ocupar por su profundo conocimiento de las reglas del juego: su explicación del funcionamiento del modelo económico imperante a un cliente pubescente o la posesión de armas de autodefensa para prevenir o contrarrestar las seguras agresiones de algunos de sus parroquianos así lo atestiguan –bien es verdad que ello no evita que sufra robos y reciba palizas–. 
Aunque prostituta, la asunción de esa condición de self-made woman en una estructura dominada por los hombres implica una voluntad manifiesta por controlar su vida, por muy dura que esta sea. De ahí que, cuando empiece a dar sus primeros pasos en el negocio del cine para adultos (segundo eufemismo, vamos bien), no tarde en dar el salto de la actuación a la dirección, porque su interés no radica tanto en ganar dinero como en controlar, de verdad, el negocio (y, en este caso, el relato) ocupando un lugar –ese plano de Candy sentada en la silla del director– vetado para las mujeres.

También quiere darle la vuelta al discurso hegemónico –esto es, reescribir la masculinizada versión oficial de las cosas– Sandra Washington, la periodista interpretada por Natalie Paul, cuyo objetivo principal no es otro que abordar un asunto borrado de las páginas de su periódico (y de todos los otros): qué sucede y cómo funciona la prostitución en esa Hamsterdam que es el Deuce neoyorquino (ojo, guiño para iniciados). Pero, además, y ahí se nota sobremanera el influjo del David Simon reportero, quiere hacerlo desde tantas perspectivas como sea posible –entrevistando a putas, chulos, policías– para ofrecer un retrato fidedigno de ese submundo que, por momentos, tanto recuerda al que mostró Paul Schrader en Hardcore (1979). Es decir, emplea la misma estrategia, la misma metodología de aproximación, que la propia ficción.

No hay que olvidar a Abby (Margarita Levieva), una estudiante de familia acomodada que atraviesa su época universitaria pero que no encuentra alicientes ni en las clases ni en sus compañeros. Su desencanto la lleva detrás de la barra del bar de Vincent Martino (James Franco) sin que por ello pierda sus inquietudes intelectuales (recomienda libros, hace fotografías). Abby es alguien que no sabe muy bien lo que quiere, pero que, antes que nada, sabe lo que no quiere. Es una joven con una personalidad arrolladora, que a pesar de desenvolverse en un entorno en el que la mujer es explotada hasta su destrucción, tiene muy claro que las riendas de su vida las maneja ella. 
Ella es la que marca la pauta en sus relaciones sentimentales y sexuales, decide, sin imposiciones, qué, cómo y cuándo quiere hacer las cosas y, lo más importante, se inviste como prescriptora desde el momento en el que facilita libros a las prostitutas que frecuentan el tugurio en el que sirve copas. De nuevo, aunque de una manera menos directa que en la cuarta temporada de The Wire, la importancia de la educación y del conocimiento para hacer frente a un sistema injusto. Una escuela paralela de formación para adultas como primer paso para alentar la rebelión contra la esclavitud sexual.

Pero ¿y si estos tres roles no fueran sino el epítome de lo que en realidad sucede a todos los niveles? ¿Acaso Candy no quiere controlar un negocio en el que la mujer hasta ahora solo ha sido objeto (llámese prostitución, porno o industria audiovisual)? ¿No está Abby reclamando a partir de sus propias decisiones el control de su propia vida en una época en la que las mujeres no podían hacerlo? ¿Acaso esa lucha no sigue vigente? 
¿Es que la figura de Sandra no es comparable a la de todas aquellas periodistas, escritoras, directoras de cine que pelean por construir esa historia que jamás se contó –la Historia acuñada por las mujeres– porque siempre fue el hombre quien controló los mecanismos de poder y, por lo tanto, el que generó el discurso dominante?
 ¿No nos está diciendo The Deuce que a quien hemos colocado en la esquina de la sociedad, en ese rincón marginal que ocupan los desheredados, es a las mujeres?

Eso sí, como siempre en Simon, ni un rasgo de paternalismo, ni un juicio moral con respecto a sus personajes. Huye del psicologismo barato como de la peste, se cuida mucho de que los proxenetas no estén cortados todos por el mismo patrón (hay uno al que ‘sus’ chicas le pegan) y los dota de suficiente complejidad como para que no sean vistos únicamente como esclavistas (sin dejar de decir que, efectivamente, lo son). 
Otro tanto sucede con las trabajadoras sexuales (tercer eufemismo del día), que incluyen a aquellas que llegan a la gran ciudad desde la América rural y que, a pesar de sus infrahumanas condiciones laborales (si asumimos que eso es un trabajo) ni pueden ni quieren volver a sus atrasados pueblos natales. Pero también están las que no pueden cargar con las consecuencias de ese éxodo, las que se entregan a las drogas para escapar de un mundo horrible, las que se quedan porque quieren y las que no ven más salida que la huida a cualquier otro lugar. 
Salvo los personajes afiliados al sindicato del crimen, el resto viven situaciones complejas y jamás saben si sus decisiones serán las correctas: los dos gemelos interpretados por James Franco encarnan esa escisión que plantea la serie entre la gente que está completamente fuera de la ley (Frankie, Rudy) y aquellos que se pasean por esa cuerda tambaleante que separa la legalidad del crimen (desde los policías que no saben si aceptar o no los sobornos, al proxeneta que vacila sobre el porvenir de su, ejem, profesión, pasando por un Vince que entra primero en el negocio de la prostitución para luego desligarse de esa actividad por cuestiones morales: la principal diferencia entre un grupo y el otro es que unos se interrogan a sí mismos sobre la corrección de lo que están haciendo y los otros no dudan jamás).

David vs. Martin

The Deuce guarda no pocas relaciones con Vinyl (2016) y, sin embargo, no puede ser más distinta. La cuidada ambientación setentera, un soundtrack que, en ocasiones, podrían intercambiarse y su buceo en las cloacas del mundo del hampa las hacen dialogar. Ahora bien, la teleficción made by Simon es mucho menos cinética que la serie producida por Martin Scorsese, se entrega menos a esa puesta en escena cocaínica tan del gusto del director de Casino y se emparenta más con una determinada tradición televisiva (de Canción triste de Hill Street Blues a Policías de Nueva York). Aunque la caligrafía visual no resulte tan apabullante, la serie creada por el tándem formado por Simon y uno de sus colaboradores habituales, el novelista George Pelecanos (de la música que aparece tiene buena parte de culpa), está mucho mejor construida que la serie discográfica que contó con Terence Winter a los mandos de un guion en el que los episodios mafiosos se limitaban a la reproducción de clichés scorsesianos y eran introducidos con calzador dentro de la trama principal relacionada con el funcionamiento de la industria musical. 
Aunque, para quien esto firma, la diferencia más importante estriba en que, mientras al igual que en otras películas de la filmografía de Scorsese, uno no sabe si en Vinyl se enfrenta a una revisión crítica o a un revival nostálgico de esa América de los 70, en The Deuce no hay ninguna duda de que estamos ante una enmienda a la totalidad del sistema. Por eso, la ausencia de estilización se convierte en el principal valor de esta producción de HBO. Aquí la suciedad se huele, las prostitutas no parecen recién salidas del penúltimo desfile de Victoria’s Secret y sus clientes están tan alejados de Richard Gere como próximos a un Patrick Bateman (American Psycho) con sobrepeso. 
La puesta en escena energizante y embellecedora deja paso al naturalismo más descarnado; ni hay belleza en la prostitución ni glamour en el mundo del porno: rodajes cutres, desmitificación de la mitología sexual acuñada por ese tipo de producciones, desprotección laboral… 
El porno es la prostitución por otros medios.

Resulta significativo que el momento de mayor potencia visual, en lo que al empleo de recursos formales se refiere, sea la secuencia que cierra la temporada encadenando diversos travellings que repasan la situación de todos los personajes al ritmo del "Careless Love" de Ray Charles. The Deuce pone punto y final a su primer acto con un travelling de retroceso sobre el pasillo del burdel que se ha construido para sacar de la calle a las call girls e higienizar el negocio. La canción, ya de por sí triste, acaba, pero Michelle MacLaren mantiene el plano borrando cualquier connotación que la melodía y la desgarradora voz del soulman puedan provocar y solo queda la imagen desnuda de ese corredor que tiene más de galería carcelaria que de pasillo de hotel.

Además, The Deuce ofrece una lectura sobre, llamémosla así, la gente normal. Ese tipo de gente no sé si como usted, pero sí como yo, a la que le cuesta reaccionar frente a determinadas actitudes ofensivas, cuando no vejatorias, simplemente por el hecho de haberse acostumbrado a convivir con ellas. Al final, nos dicen Simon y Pelecanos, hay que tomar partido frente a las injusticias, nos tenemos que poner del lado de las putas, de las humilladas y de las ofendidas, de ahí que esa secuencia en la que ese camarero que, día tras día, escucha insultos, contempla palizas y vive con ominosa normalidad el continuo maltrato hacia las mujeres, decide actuar, sea tan importante.
 The Deuce no tiene miedo a tomar partido, como tampoco lo tiene a mostrar felaciones repugnantes o polvos hermosos, o a poner patas arriba un sistema que, como Simon lleva años explicándonos, está destinado al colapso. Estamos, una vez más, ante una orgía ideológica en la que denuncia, reflexión y análisis sociológico se funden para determinar que mientras sea el beneficio el que rija nuestras vidas, estamos liquidados. 
Nos va a tocar esperar un año para seguir devanándonos los sesos con la nueva joya del creador de The Wire, pero ni a ustedes ni a mí nos queda otra que esperar, así que stay tuned.

David Simon ( (nacido el 16 de agosto de 1960) es un periodista, escritor y productor estadounidense de series de televisión.) y George Pelecanos. (18 de febrero de 1957, es un escritor, productor y guionista estadounidense de origen griego.)
 

ana karina gonzalez huenchuñir