1.-Bellezas

1.-Bellezas
Uniformes escolares.

domingo, 1 de noviembre de 2020

vii.-Biblioteca personal y Bibliófilos I.


Marguerite Gérard "dama leyendo en un interior. "
anllela hormazabal moya
Introducción.

Una biblioteca es una colección de libros perteneciente a una institución o una persona determinada. La palabra "biblioteca" proviene del latín "bibliothēca", que a su vez deriva del griego βιβλιοθήκη ('bibliothēke'), la cual está compuesta por βιβλίον ('biblíon' «libro») y θήκη ('théke' «armario, caja»),  se puede definirse biblioteca, desde un punto de vista estrictamente etimológico, como el lugar donde se guardan libros. 

Biblioteca refleja el alma de su dueño.

Se dice que cada biblioteca privada es la autobiografía de su dueño,  un espacio que es capaz de contar toda su vida, nuestro pasado está encerrado en cada uno de los libros que hemos leído y que no, guardados en los estantes de nuestra biblioteca. Sabe el amante de los libros que cuando uno se acerca a la biblioteca y coge al azar un libro, rápidamente, visualiza el momento en que lo leyó, hasta incluso recupera las sensaciones y el estado de ánimo que tuvo entonces, en aquella época.
Alguien al observar la biblioteca de otro se puede hacer a la idea de qué tipo de persona es, con la que está tratando. Quién; amante de los libros, al entrar en una vivienda no ha buscado libros por algún lugar y al no encontrarlos ha sentido lástima por su dueño. Y quién, amante de los libros, no le ha ocurrido que al entrar en una casa y encontrarse con una gran biblioteca le ha despertado ese instinto tan bajo que es la envidia.

 Formación de mi biblioteca personal.

Nacimiento.

Uno crea su propia biblioteca en edad temprana cuando comprende que quiere poseer las lecturas, que necesita estar cerca de sus libros, lo cual le da una tranquilidad enorme. Es en ese instante cuando nace el instinto de posesión extremo y ansioso en que se convierte fundar e ir ampliando una biblioteca propia. 
Mi biblioteca  comenzó a formarse en mi época de estudiante en el Instituto de Humanidades Luis Campino, en la década del 80 del siglo pasado, mi primer libro de mi biblioteca fue "La Sagrada Biblia" que regaló mi padre, para la clase de religión de mi Instituto; el segundo  libro es el libro  "Amamis de Gaula"

Crecimiento.

Mi biblioteca tuvo un desarrollo y crecimiento importante durante mi educación  universitaria en las décadas del 90 y  2000, fue durante ese momento de mi vida, que adquirí una cantidad enorme de libros para mi biblioteca, principalmente libros de literatura, filosofía, historia,  ciencias sociales, etc.
 Recién en la segunda década de este siglo,  cambio mi interés de adquisición de libros hacia los libros jurídicos, con el  objetivo  para que sirvan para mi vida profesional  como Abogado. 

Ordenamiento.

En el año  2011, fue el año que aprovechando para ordenar, clasificar, y empastar un gran número de mis  libros de mi colección personal. También elimine una gran cantidad de  libros que ya no eran útiles para resto de mi vida. 
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Mi colección personal.

El centro de mi biblioteca esta formado por varias  colecciones de editoriales principales, que son siguientes:

1)  "Biblioteca Básica Gredos de Grecia y Roma."

 Esta es una colección excepcional, esta formadas por los clásicos grecorromanos, los libros clásicos aquellos libros que cualquier persona de sólida formación cultural debería haber leído,  que han perdurado en el devenir de los tiempos, estos textos que, según filosofo Schopenhauer, forman parte de la “literatura permanente”, como contraposición a los efímeros libros de consumo, libros de época.
Esta colección,  biblioteca Básica Gredos, es el legado de autores de renombre universal como son: Los poemas de Homero, Hesiodo, Virgilio, Horacio y Ovidio. Las tragedias de Esquilo, Sófocles y Séneca. Las narraciones épicas de Heródoto, Tucídides y Tito Livio. El pensamiento de Platón, Aristóteles, Demóstenes y Euclides, entre otros autores de Grecia y Roma. 

Esta colección fue editada en el año 2001, y reeditada 2013. 

2)." Libros que cambiaron al mundo", una  colección de  la editorial Aguilar.

Esta colección esta formada por libros, que a lo largo de toda la historia, fueron escritas por grandes pensadores que revolucionaron su presente y modificaron lo establecido hasta la época. Platón, Galileo, San Agustín, Nietzche, Kant, Darwin, Einstein, Freud son autores trascendentales, que han transformado para siempre la mentalidad de Occidente.
El mundo occidental cambió gracias a ellos y sus obras maestras del pensamiento filosofía, ciencia, economía, religión, psicología, sociología, política y todos los temas trascendentales con las mentes más influyentes de cada época, desde la edad antigua hasta los autores más importantes del siglo XX. Esta colección fue adquirida en 2013.

3).-La colección "Joya, Obras Eternas" de la Editorial Aguilar.

Es una recopilación  de las obras completas de los grandes autores de lengua española e universal, creada en año 1928  por el editor don Manuel Aguilar Muñoz.
Esta colección de libros están formadas por obras completas de Cervantes, Tolstoi, Federico García Lorca, etc.,
Estos escritores son los escritores de siempre.

aguilar

Otra colecciones de libros importante son:

4).-La colección las grandes batallas de historia.

Es una colección de las grandes batallas de la historia militar de occidente y universal , en 40 volúmenes. Esta colección fue adquirida en 2013.

5).- La obras completas de William Shakespeare.

Esta colección Shakesperiana  esta formada por cinco volúmenes, agrupadas en las obras de teatro y de poesía. 
Fue adquirida en año 2014.

6).-Varios volúmenes de don Quijote de la Mancha

Tengo varias libros, algunas ilustradas por ilustrador francés  Dore,  además de libros complementarios sobre obra de cervantes, como "Mujeres de cervantes."

7).-La historia de Chile de Francisco Antonio Encina. (Desde prehistoria hasta el año 1891)

Esta colección fue adquirida en la década del 80, (los primeros volúmenes) y  el resto de la colección fue adquirida en la década del 90 del siglo XX.

8).-Las Canciones de Hielo y Fuego de George RR Martin.

Esta colección fue adquirida en  2014, fue editada en 2013. Los cinco volúmenes de esta colección son de épica y de fantasía.  

9).- La colección de Duna.

Esta colección fue adquirida entre 2013 y 2014.

10).-El Corpus Nummorum Italicorum.


Un  trabajo de numismática que registran sistemáticamente las acuñaciones de monedas medievales y modernos  en Italia, creada por  el rey italiano Víctor Manuel III.
Esta la compre entre los años 2015 y 2016.

11).-El resto de mi colección literaria.

Además de estas  colecciones tengo una gran cantidad de libros de autores, agrupados en dos áreas conocimientos: Libros Históricos y Libros de Literatura. Esta parte de mi colección esta repartida por partes iguales. Se destacan la colección de obras de Jane Auston, de la obra de JRR Tolkin, creador obra literaria "Tierra Media."

12).-Colección Jurídica.

Como soy un abogado,  tengo una colección jurídica  que empece en mi época universitaria, y se amplio una vez que empece a trabajar  profesionalmente.
El Abogado español  Ángel Ossorio y Gallardo, señaló en su libro "Alma de la Toga" que los Abogados de España y América Latina tiene una enorme incultura que caracteriza a la mayor parte de los Letrados,  el abogado latinoamericano y español  apenas lee.
Este distinguido Abogado tiene razón, da rabia ver mayor parte de las bibliotecas de los abogados. Digo mal. Lo que da rabia es ver su absoluta carencia de bibliotecas. Muchos se valen solo manuales básicos, como manual de derecho procesal de Casarino o derecho civil de Meza Barros, si es lo que tiene, ya muchos usan los nuevos manuales de derechos, que se caracterizan  por ser cada vez mas resumidos y esquemáticos. Contar con libros jurídico de peso como los de don Arturo  Alessandri Rodriguez y don Claro Solar no es habitual, y alcanzar una cifra de 500 volúmenes es rarísimo en Bibliotecas de Abogados.
Movimientos científico moderno, revistas jurídicas extranjeras, libro de historia, de política o sociología, novelas, versos, comedias... ¡Dios lo de! Y claro, al no leer viene el atasco intelectual, la atrofia del gusto, la rutina para discurrir y escribir, los tópicos, los envilecimiento del lenguaje.... Efectivamente, cuando llega a ese abandono, apenas hay diferencia entre un Abogado y un tinterillo; y la poca que hay a favor del tinterillo.

Se argüirá: "leer es caro y no todos los abogados ganan bastante para permitirselo". Lo niego.
Es inasequible para los bolsillos modestos forman una gran biblioteca; a nadie se le puede exigir tenerla,  pero es fácil para todo el mundo reputar los libros como articulo de primera necesidad y dedicar a su adquisición un cinco o un cuatro o un tres por ciento de lo gane, aunque para ello sea preciso privarse de otra cosas.
Mas costoso es para los médicos crear, entretener y reponer el arsenal mínimo de aparatos que la ciencia exige hoy para el reconocimiento y para la intervención quirúrgica, así como los elementos de higiene, desinfección, asepsia, etc; y a ningún medico le faltan ni se lo toleraría el publico.
Y si el Abogado no pueda   alcanzar ni aun ese limite mínimo, que no ejerza. El abogado debe tener inexcusablemente en su  biblioteca.

   A).-una revista jurídica de su país y otra extranjera.

  B).-Una mitad - según las aficiones - de todos cuantos libros jurídicos se publiquen en el país.

  C).-Unos cuantos libros de novela, versos, historia, crónica, crítica, sociología y política.

¿Novelas? ¿ versos? Si. novelas y versos. Esa  los recomendé porque son la gimnástica del sentimiento y del lenguaje.Se puede vivir sin mover los brazos ni piernas, pero a los pocos años de tan singular sistema los músculos estarían atrofiados y el hombre será un guiñapo.
Pues lo mismo ocurre en el orden mental. La falta de lectura que excite la imaginación, amplié el horizonte ideal y mantenga viva la renovada flexibilidad del lenguaje, acaba por dejar al Abogado muerto en sus partes mas nobles, y le reduce a un código de procedimiento con figura humana, a un curialete, con titulo  profesional. 
En fin, hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento ajeno, que es tanto como amar la vida, ya que la discurrimos e iluminamos entre todos; Hay hacerlo o nos convertiremos en una profesión desprestigiada.



Künstler Ak v. Erlang Gd



libro perteneciente al Rey  Felipe V
de España, con su  ex libris personal


Al final uno es lo que lee.

Leer un libro es establecer una relación con él, tal vez por eso, sea tan difícil cortar la relación, romper el vínculo y no verlo más. Es más sereno saber que lo tenemos al lado y a mano. Para entablar de nuevo y cuando uno quiera una conversación muda con él, en la que intervienen todos los sentidos.
Además nuestros libros tienen huellas que no son otras que las que nosotros dejamos: una frase subrayada, una anotación en el margen, una mancha de carmín, una página con la punta doblada…, también somos capaces de añadirles una huella más. Una de notable e intemporal: un ex libris., con nuestros apellidos, por ejemplo, para que en el año 2.365 todos sepan que una vez nos perteneció.
Otro capricho del amante de libros es querer adquirir todos los formatos en que aparece un título: en cartoné, en rústica, en ilustraciones, de bolsillo…, o querer tener un ejemplar firmado, o una edición príncipe, ese es muestro tesoro.

Tesoro del conocimiento.

 Nuestro tesoro es nuestra biblioteca y dormimos tranquilos si sabemos que cada libro está en su sitio, en su lugar, en su anaquel. Poseer libros es como poseer infinidad de mundos, infinidad de historias, infinidad de vidas que se volvieron reales en el momento en que fueron leídas por nosotros y forman parte de la nuestra persona.
Sin duda es éste, el único motivo, por el cual atesoramos libros para que no nos sea robada parte de nuestra vida, para que si olvidamos, ellos estén para recordarnos olores, emociones…
 ¿Quién es capaz conscientemente de desprenderse de parte de su vida? 
La vida tiene que ser arrebatada en un sólo momento por otro que no sea uno mismo. Nosotros no podemos desprendernos de nuestros libros que son órganos vitales y adicionales a los de nuestro cuerpo.
Ser amante de los libros aboca a tener una biblioteca privada por la que uno vive, siente, padece y es capaz de realizar extrañas cosas, cómo de reconocernos en este mismo texto.
Quien se considere amante de los libros y esté libre de culpa que tire la primera piedra.

La literatura ayuda a las personas a empatizar y entender mejor a los demás.

Al involucrarse en las historias de los personajes de cierto tipo de novelas, los lectores tienden a ser más capaces de hacerse una idea sobre las emociones e intenciones de otros en la realidad. Al sumergirse en las páginas de un libro y ponerse en la piel de otra persona, los lectores pueden formar sus propias ideas sobre las emociones, pensamientos y motivos que impulsan a los demás en la vida real. Es decir, leer novelas nos haría más empáticos.
Pero no se trata de tomar cualquier libro, sino aquellos en los que se "tiende a abordar la complejidad del carácter humano".
Así lo sugiere Keith Oatley, escritor y profesor del Departamento de Psicología Aplicada y Desarrollo Humano de la U. de Toronto (Canadá). Él mismo lleva varios años dedicado a estudiar el tema y acaba de publicar una revisión de parte de la evidencia disponible a la fecha en la revista Trends in Cognitive Science.
Oatley cita como ejemplos las novelas de Jane Austen, Virginia Woolf o del colombiano Gabriel García Márquez. En ellas, la historia "nos permite entrar en las vidas de otros y experimentar sus vivencias no solo desde afuera, sino desde dentro del personaje", explica.
Idea con la que concuerda el escritor y crítico literario de "El Mercurio" Pedro Gandolfo. "Hay una distinción entre el best seller -que puede ser mera entretención- y la literatura más elaborada. Esta usa más la sugestión que la entrega de información directa; requiere de un lector más activo".

Experiencia social

De alguna forma, la ficción invita a participar en diferentes circunstancias y a experimentar distintas emociones en relación con muchos tipos de personas.
"La literatura está muy ligada al descubrimiento de la subjetividad y al mundo interior de las personas", agrega Gandolfo.
En tal sentido, Christian Sebastián, profesor de la Escuela de Psicología de la U. Católica, destaca la relación que se establece entre personalidad y personaje. 
"Todo indica que los seres humanos nos comprendemos a nosotros mismos gracias a nuestra capacidad de desarrollar y contar historias. Leer mucho amplía mi abanico de posibilidades para contar mi propia historia, darle sentido a lo que me pasa o les pasa a los otros".

Así, la buena literatura de ficción puede aumentar y ayudarnos a entender nuestra experiencia social.
En uno de los estudios citados por Oatley -y que fue desarrollado por su grupo de trabajo- se mostró a un grupo de voluntarios 36 fotografías de ojos humanos. Al verlas, debían elegir entre cuatro palabras cuál se ajustaba más a lo que creían que la persona de la imagen pensaba o sentía en ese instante. El resultado mostró que aquellos que leían con más frecuencia literatura de ficción obtuvieron una mejor puntuación.
En otro experimento, realizado en EE.UU., los lectores de una novela centrada en la experiencia de una mujer musulmana en Nueva York tenían un menor sesgo al momento de identificar rostros árabes o caucásicos, en comparación con el grupo control que no había leído el libro.
"Creemos que mientras más lee la gente, más entiende a los otros", sentencia Oatley.

Si bien se trata de una idea coherente, no es concluyente, advierte Christian Sebastián. 
"Todas las experiencias que ayudan a tomar conciencia de las emociones y condiciones propias o ajenas contribuyen al desarrollo de la empatía. Y en ese sentido, la literatura da mucho material para hacer ese ejercicio, pero no es una relación causal. Quizás quienes tienen más empatía les gusta más leer", precisa.

De todas formas, la intersección entre la literatura y la psicología ha comenzando a tomar vuelo, opina Oatley. 
"Los investigadores están reconociendo que hay algo importante sobre la imaginación".

Se trata de un área de estudio que comenzó a tomar fuerza recién este siglo, agrega Francisco Parada, académico de la Facultad de Psicología de la U. Diego Portales.
 De hecho, "aún existe discusión acerca de qué significa el concepto de 'empatía', por lo que se desconocen los factores específicos que determinan su desarrollo".

Anllela hormazabal moya

Por lo mismo, "es muy temprano para sacar conclusiones vinculando a la literatura con la mejora de la empatía. Se requiere más investigación, por ejemplo, para poder ver cuán duraderos en el tiempo son estos cambios".

La memoria vegetal.


3 JUNIO, 2021 
«La memoria vegetal» de Umberto Eco
«El libro es un seguro de vida,
una pequeña anticipación de la inmortalidad»

La memoria vegetal reúne casi una veintena de textos varios —entre conferencias, opúsculos, ensayos, artículos especializados destinados a publicaciones académicas u otras emblemáticas del campo de la bibliofilia, como L’Esopo o Almanacco del Bibliofilo, o incluso pequeñas ficciones—, escritos entre finales de los años 80 y primeros años del nuevo siglo, hasta ahora inéditos en castellano.
El hilo conductor de todos ellos es sin duda el amor por el libro. La pasión por la perfecta e imperecedera tecnología de Gutenberg que el autor de El nombre de la rosa supo cultivar y contagiar a lo largo de toda su vida desde múltiples campos: la filosofía y la historia de las ideas, la semiótica y la lingüística, la historia de las artes y la cultura y, por supuesto, la crítica y la teoría literaria.
En su conjunto, estos textos misceláneos funcionan como una amena y reveladora summa del pensamiento de un bibliófilo confeso que ha dejado una profunda huella en la cultura de nuestro tiempo. Un postrero y póstumo regalo de Umberto Eco a sus lectores, preñado de agudas reflexiones o incluso visionarias anticipaciones sobre la era digital y el futuro del libro, que no está exento a su vez de la malicia y el agradecido sentido del humor que el autor de Apocalípticos e integrados solía gastar.
«Todo libro es una máquina de generar interpretaciones
y, por lo tanto, nuevos pensamientos»
El título de esta antología de textos inéditos remite a la brillante conferencia homónima dictada por Eco en la Biblioteca Nazionale Baridense de Milán el 23 de noviembre de 1991. Allí el piamontés discernía entre los tres tipos de memoria sobre la que se construye desde sus orígenes el gran edificio de la cultura humana. En primer término, la memoria orgánica o animal que remite al relato de los ancianos junto al fuego y a la tradición oral. Le sigue una memoria mineral grabada en la piedra gracias al surgimiento de la arquitectura y en tablillas de arcilla con el nacimiento de la escritura. Y, por último, nace una memoria vegetal, mucho más profunda, silenciosa y revolucionaria,
con el desarrollo del pergamino, el papel de trapo y fibras vegetales, hasta desembarcar en moderno papel de celulosa de madera, soporte universal del libro impreso.
Éste es un punto de partida sobre el que Eco traza un fascinante derrotero por la historia de la cultura y la sociedad a lomos de la letra impresa, a través del placer solitario y la pasión de todos aquellos que conservan y garantizan la pervivencia de esa inabarcable y viva memoria vegetal de la humanidad, en continuo diálogo, coleccionando libros.
¿Qué placer solitario persigue el bibliófilo en su trabajo de Sísifo, al acumular volúmenes y más volúmenes en su biblioteca? ¿Cuál es la diferencia entre un bibliófilo y un bibliómano, o incluso peor, un bibliocleptómano? ¿Qué peligrosa aberración contra natura presupone la destrucción de libros? ¿Merece la locura un lugar destacado en la historia de las rarezas librescas? ¿Y en la historia de la recepción crítica de las grandes obras? ¿Cómo se construye una biblioteca imaginaria? ¿La bibliofilia está condenada a su fin? ¿Cuál es el futuro del libro y de la letra impresa?
Éstas son solo algunas de las preguntas que plantea y explora el autor de Lector in fábula. Y aunque en muchas ocasiones no arribe a más certeza que al asombro —el mismo que experimenta un niño al abrir un libro por primera vez—, por el camino Eco va dejando caer generosas migajas, como si de Hansel y Gretel se tratara, perdido en la borgeana biblioteca de Babel. Migajas que son un puñado de fructíferas y reveladoras ideas, detalladas algunas de ellas a continuación.
Sin duda La memoria vegetal es una obra apasionante e imprescindible para todos los obstinados bibliófilos. Incluso para aquellos que aún no saben que lo serán tras la lectura de este libro.


El autor: Umberto Eco.

La obra de Umberto Eco (Alessandria,1932 – Milán, 2016) ha sido fundamental para entender la historia del siglo XX y de nuestros días. Durante mucho tiempo se dedicó a la enseñanza en la universidad, y sus ensayos son textos de consulta obligada en las universidades de todo el mundo. Entre sus ensayos más importantes publicados en castellano figuran: Obra abierta, Apocalípticos e integrados, La estructura ausente, Tratado de semiótica general, Lector in fabula, Semiótica y filosofía del lenguaje, Los límites de la interpretación, Las poéticas de Joyce, Segundo diario mínimo, El superhombre de masas, Seis paseos por los bosques narrativos, Arte y belleza en la estética medieval, Sobre literatura, Historia de la belleza, Historia de la fealdad, A paso de cangrejo, Decir casi lo mismo, Confesiones de un joven novelista y Construir al enemigo.
Hace más de treinta años hizo su entrada triunfal en el mundo de la ficción con El nombre de la rosa, una novela que lo convirtió en un autor apreciado no solo por la crítica, sino también por el gran público. A este primer éxito siguieron El péndulo de Foucault, La isla del día de antes, Baudolino, La misteriosa llama de la reina Loana, El cementerio de Praga, Número Cero. Tras su muerte, el 19 de febrero de 2016, Lumen ha publicado sus libros inéditos De la estupidez a la locura -la obra póstuma que el autor había entregado a imprenta pocos días antes-, A hombros de gigantes y La memoria vegetal, y los ensayos contenidos en Contra el fascismo, Migración e intolerancia y Cómo viajar con un salmón.

El libro:
La memoria vegetal (título original: La memoria vegetale e altri scritti di bibliofilia, 2006) ha sido publicado por la Editorial Lumen en su Colección Ensayo. traducción de Helena Lozano Miralles. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 272 páginas.

LETRAS
Umberto Eco, memoria inédita de un bibliófilo irredento

¿Cómo sería un mundo sin libros? En los artículos de 'La memoria vegetal' el autor responde que probablemente sin matices, sin interpretaciones y tal vez sin verdaderas ideas.

16 julio, 2021.

¿Viajan los libros hacia el pasado, como un objeto reservado a los nostálgicos? Borges afirmó que el libro es la creación más asombrosa del hombre, pues constituye una extensión de su memoria e imaginación. Bibliófilo y bibliómano, Umberto Eco (Alessandria, 1932 - Milán, 2016) dedicó muchos ensayos y conferencias al libro. La memoria vegetal recoge una selección de estos trabajos, hasta ahora inéditos en español.

Aunque se trata de textos dispersos, aglutinados en un volumen adquieren una misteriosa unidad. No son piezas contiguas o sucesivas, sino complementarias. Eco cita a Borges en muchas ocasiones, escogiendo largos pasajes de su obra, como el fragmento de "Funes, el memorioso" —uno de los relatos más famosos de Ficciones— donde se ironiza sobre el miedo al olvido de los hombres. Si el hombre no fuera capaz de olvidar, su vida consistiría en una fatigosa y absurda evocación de lo vivido. Eco nos recuerda que la función del libro no es solo recordar, sino significar. Es decir, transformar los recuerdos, prolijos, incompletos y confusos, en una secuencia dotada de orden y sentido. El libro no es un mero soporte, sino un acontecimiento de gran espesor ontológico.

El primer texto del libro de Eco se titula “La memoria vegetal”. Se trata de una conferencia dictada en Milán el 23 de noviembre de 1991 en la Sala Teresiana de la Biblioteca Nazionale Braidense. Son treinta páginas que trazan una historia y apología del libro, especulando sobre su porvenir. Eco apunta que la memoria se volcó primero en la piedra; después, en soportes vegetales, como el junco, el papiro o la madera, y hoy en día se aloja en el silicio. La proliferación de soportes y obras ha favorecido la multiplicación de los textos, engendrando un ruido que conduce a la insignificancia. “La abundancia de información —escribe— puede generar la absoluta ignorancia”. 
Es importante restaurar la trascendencia y singularidad del libro, pues ha desempeñado un papel esencial en la constitución del individuo como célula básica de las sociedades libres y plurales.

Con el libro, la escritura adquiere una dimensión personal. Cuando lo abrimos, “buscamos a una persona, una manera individual de ver las cosas”. El libro no es solo subjetividad. También es autoridad, pues todo lo que aparece en sus páginas nos parece fiable: “Hoy los libros son nuestros ancianos”. Ese prestigio contrasta con los obstáculos que han soportado los grandes clásicos. Eco cita los casos de Proust, Joyce, Melville o Dickinson, que sufrieron el rechazo de editores y críticos. A veces, ni siquiera la posteridad fue benévola. El jesuita, crítico literario y escritor Saverio Bettinelli recomendó en el siglo XVIII tirar a la basura la Comedia de Dante.

El libro siempre ha representado un desafío para el poder absoluto. Déspotas y tiranos han enviado a la hoguera las obras que les hacían sentirse amenazados. Heine no se equivocó al señalar que allí donde arden libros, acabará quemándose a las personas.
  “Se empieza siempre por los libros —apunta Eco—, luego se abren las cámaras de gas”. 
Platón desterró a los poetas de la República, acusándolos de difamar a los dioses. 
En el Fedro, cuando el dios Theuth le presenta la escritura al faraón Thamus, este deplora el invento, asegurando que destruirá la memoria de los hombres. Eco objeta que el libro no ha acabado con la memoria. Al revés, la ha potenciado, pues un libro siempre suscita interpretaciones y, por tanto, “produce nuevos pensamientos”. 
Y finaliza este primer ensayo, corazón de la obra, explicando que la lectura es una experiencia fisiológica, tal como se aprecia en un pasaje del Ulises, de Joyce. Mientras Leopold Bloom lee en el retrete, sus intestinos se acompasan al tono de cada párrafo.

El resto de los artículos y conferencias de La memoria vegetal hablan de bibliofilia, bibliomanía, bibliotecas, historia del libro, erudición, catálogos, rarezas y libros digitales. Además, Eco se permite alguna pirueta narrativa, adoptando la perspectiva de un libro electrónico que reflexiona sobre su existencia o la de un erudito que investiga sobre la relación entre Shakespeare y Francis Bacon. Eco no es Borges. Su prosa es más periodística y ligera, pero siempre es incisiva y perspicaz. Se inscribe en la tradición de la alta divulgación, género muy popular en el mundo anglosajón pero con menos raigambre en otras tradiciones.

Se declara bibliófilo, no bibliómano. Su amor al libro no le impide hacer pequeñas marcas con lápiz en los márgenes. Los bibliómanos anhelan tanto poseer rarezas bibliográficas que no retroceden ante el robo. Serían incapaces de apropiarse de una fruta ajena, pero cuando se trata de un libro, inhiben sus objeciones morales. Eco no los justifica, pero habla de ellos con indulgencia: 
“por amor a un hermoso libro estamos dispuestos a cualquier bajeza”.
Frente a la bibliocasia, desdén o desinterés por el libro, el bibliófilo cuida una biblioteca como si fuera un jardín. Cuida porque una biblioteca es “un organismo vivo con una vida autónoma”. 
Es inevitable pensar en el donoso escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano, que sufre como una criatura cuando el cura y el barbero le amputan títulos, pues en cada volumen hay un pasaje de la vida de su desgraciado dueño. Una biblioteca es el hombre que la ha compuesto. Así lo entiende Miguel Delibes cuando habla del protagonista de Cinco horas con Mario.
Esta ingeniosa y erudita miscelánea de textos sobre el libro regocijará a los amantes de la escritura y las bibliotecas
Eco cita poco a los autores en lengua española, con excepción de Borges y Cervantes. Parece preferir otras geografías literarias. Muestra especial interés por las obras con miniaturas e ilustraciones. Su ficción sobre Shakespeare y Bacon, que supuestamente intercambiaron sus identidades, pone de manifiesto su talento narrativo, donde confluyen la habilidad para la intriga y la filigrana erudita. La memoria vegetal es una miscelánea, pero su carácter disperso e híbrido no le resta valor. Es un conjunto de textos sobre el libro que regocijará a los amantes de la escritura y las bibliotecas. En sus páginas hay humor, erudición, ingenio y, sobre todo, amor a la literatura.

El semiólogo afirmó que internet le había dado la palabra a legiones de idiotas, convirtiendo al tonto del pueblo en portavoz de la verdad. El libro aún es un territorio vedado para esos nuevos bárbaros. Aunque hay libros mediocres e incluso deleznables, persiste cierto criterio de selección que frena a los botarates más incorregibles. Eco no cree que nos encaminemos hacia la muerte del libro. Nunca se habían editado tantas obras y jamás habían existido tantos hombres y mujeres trasladando al papel sus ideas, fantasías, ilusiones y temores.

¿Podríamos vivir sin memoria vegetal? ¿Cómo sería un mundo sin libros? Probablemente, un mundo plano, sin matices, sin interpretaciones y tal vez sin verdaderas ideas. Mientras haya bibliotecas, el ser humano preservará su espíritu, manteniéndose abierto al bien y la belleza. El libro no es un objeto, sino un ser vivo. Nos seduce, nos provoca, nos irrita. En las horas más trágicas, nos proporciona consuelo. En los momentos de dicha, nos ayuda a sentir el espesor del tiempo. El libro es el mejor aliado de la vida. Creo que el Eco estaría de acuerdo.

La memoria vegetal me ha hecho sentir que la muerte solo es una ilusión. El pasado vive en los libros y dialoga con nosotros, mostrando que la palabra realmente no es letra inerte, sino un signo fructífero con el poder de resucitar lo que el tiempo ha devorado. Escribe Borges:
 “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, otros sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”. 
Eco piensa que eso nunca sucederá. El libro es un lugar de encuentro y la única patria que jamás alzará muros para alejar al hombre. Si desaparece, nuestro destino será vagabundear como Ulises, pero sin una Ítaca a la que regresar.

LA MEMORIA VEGETAL
Autor: ECO, UMBERTO
Umberto Eco inédito y visionario Un canto de amor a los libros y a su acumulación obsesiva; por «el escritor que cambió la cultura» Corriere della Sera (...)

Editorial: LUMEN
I.S.B.N: 9788426406286
Nro. de Paginas: 272
Idioma: ESPAÑOL
Formato: LIBROS
Clasificación: Libros - Humanidades - Critica Literaria - Ensayos
Fecha Publicación: 11/2021

SINÓPSIS.

El cerebro humano administra desde el principio de los tiempos una memoria orgánica; y desde la invención de la escritura; una mineral; grabada en piedra y tablillas de barro. Junto a ellas se desarrolló otra más revolucionaria: la memoria vegetal; impresa en papiros y en trapos hasta llegar al papel y al libro; objeto de devoción desde hace siglos. Umberto Eco; el 'humanista integral' según Fernando Savater; recorre en esta extraordinaria obra inédita la historia de los libros; de la pasión bibliófila y de la literatura. 
Emociona y deslumbra su capacidad visionaria y la increíble actualidad de sus reflexiones: la falsedad de que ya no hay lectores (cuando nunca hubo más librerías ni más jóvenes acercándose a la lectura); por qué el mundo digital nunca acabará con los libros; o cómo elegir uno entre la enorme cantidad que se publica: 'aquel que querrás conservar'. Eso sentirás con el que tienes en las manos: un desafío a la inteligencia y a la curiosidad; y una invitación a aprender y a seguir leyendo siempre. 

La crítica ha dicho... 
«Umberto Eco cambió nuestra mirada sobre los libros: imprescindibles; pequeños; frágiles; a veces criminales; casi siempre salvadores. Un maestro que nos enseñó a entrelazar la sabiduría y el juego con su estilo sagaz y lúdico; con su asombrosa inventiva y certera lucidez.» Irene Vallejo «La figura de Eco es tanto mayor cuanto más tiempo pasa.» Vicente Verdú; El País.
ENTRE TÚ Y YO

La memoria vegetal
JAVIER ESCOLANOMIÉRCOLES, 12 DE MAYO DE 2021

“El hombre se acerca por medio de la poesía con más rapidez al filo donde el filósofo y el matemático vuelven la espalda en silencio” Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898), de su libro: “Prosa. Conferencias y lecturas” (Obras completas, Aguilar, 1974).

Desde sus más remotos orígenes el ser humano se ha percatado de dos esenciales debilidades que de modo natural le adornan. A saber: una física, la certeza de que antes o después morirá; y otra, psíquica, lamenta tener que morirse; lo cual nos ha llevado a la pregunta recurrente: ¿existe alguna forma de supervivencia tras el colapso de nuestro cuerpo? La respuesta viene dada por la filosofía, las religiones reveladas monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam) y diversas creencias místicas y herméticas.

Algunas filosofías orientales nos consuelan señalando el círculo vital de la “reencarnación infinita”; aunque no concluye con ello nuestra ansiedad, pues nuestro “yo” desaparecerá y seremos “otro” en la vida venidera.

En el fondo, el drama sigue siendo qué deseamos conservar nuestra alma, espíritu o intelecto, con “la memoria intacta de quién somos y el pasado en qué fuimos”.

Estas reflexiones, que comparto, se contienen en las primeras páginas de un libro, que hoy les recomiendo, de uno de mis autores favoritos: “La memoria vegetal”, (Penguin Random House Grupo Editorial, 2021) de Umberto Eco (Alessandria, 1932), filósofo, escritor y profesor de la Universidad de Bolonia (la edición original se publicó en 2018 en Milán con el título “La memoria vegetale e altri scritti di bibliofilia”).

Es un libro de gran originalidad, como no es de extrañar conociendo la genialidad del autor, publicado tras su muerte en 2016 recopilando conferencias y artículos, en el que habla de:

1.- De la importancia de la lectura y el amor a los libros:

 “la memoria vegetal, la bibliomanía, la biblioteca y el fin del libro”.

Con la escritura nació, según Umberto Eco, la “memoria vegetal”, pues vegetal era el papiro y el papel (desde el siglo XII); se producen libros con trapos de lino, cáñamo y tela; y, por último, la etimología tanto de biblos como de liber remiten a la corteza del árbol.

Es por ello que el autor, nos sigue diciendo:

“Ante el libro, buscamos a una persona, una manera individual de ver las cosas… la lectura se convierte en un diálogo, pero un diálogo -y esta es la paradoja del libro- con alguien que no está delante de nosotros”
“No nos damos cuenta, pero nuestra riqueza con respecto a los analfabetos (o a los alfabetos que no leen) es que ellos están viviendo y vivirán solo su vida mientras que nosotros, vidas, hemos vivido muchísimas… no solo de nuestros errores extraemos lecciones, sino también de los errores de Pinocho o de los de Aníbal… no nos hemos angustiado solo por nuestros amores, sino también por los de Angélica de Ariosto… hemos asimilado algo de la sabiduría de Solón, nos hemos estremecido por ciertas noches de viento en Santa Elena… junto al cuento de hadas que nos ha contado nuestra abuela”.
“Los libros pueden inducirnos a recordar también muchas mentiras, pero tienen la virtud, al menos, de contradecirse entre ellos, … el libro es un seguro de vida, un pequeño anticipo de inmortalidad. Hacia atrás (por desgracia) en lugar de hacia delante”.
“Una biblioteca de casa no es solo un lugar donde se recogen libros: es también el lugar que los lee por nuestra cuenta… lo que el infeliz no sabe es que la biblioteca no es solo el lugar de tu memoria, donde conservas lo que has leído, sino el lugar de la memoria universal, donde un día, en el momento fatal, podrás encontrar lo que otros leyeron antes que tú”.

2.- De libros antiguos o serie histórica:

Destaca la síntesis de Tomas de Aquino de los principios de la estética medieval que tanta repercusión tuvieron en los libros:
 “contribuyen a la belleza tres condiciones o características: la integridad, la proporción y la claridad o nitidez del color”.

Como ejemplo más nítido puede ser la Hisperica Famina, una serie de composiciones poéticas que contienen descripciones de objetos, acontecimientos y fenómenos naturales; en ella, para describir un ímpetu de alegría, dice Ampla pectoralem suscitat vernia cavernam (una amplia alegría dilata las cavernas de mi pecho).

La importancia en la Edad Media de los colores sencillos, nítidos e intensos se traduce en la construcción de las iglesias y catedrales para que la luz irrumpa a través de estructuras (ventanas, rosetones y vitrales) y en la poesía, la predilección por el color brillante está siempre presente; así, para Guinizzelli, una mujer bella tiene un “rostro de nieve coloreado de granada”.

3.- De locos literarios y científicos con sus obras disparatadas y erróneas.

Aquí la variedad y curiosidad de ejemplares que Umberto Eco cita, son casi inabarcables. Veamos algunos ejemplos: inventores de lenguas universales, apóstoles de nuevas cosmogonías, cuadradores de círculos, inventores de máquinas del movimiento perpetuo, estudiosos de los golpes de bastón, médicos que describen animalejos nocivos que habitan el esperma humano, creadores de la teología de los ferrocarriles, precursores de la teoría de la Tierra Hueca, la creencia en los orígenes glaciales del cosmos, etcétera.

Del mismo modo, grandes obras de la literatura en su tiempo fueron considerados obras de perturbados sin interés alguno. Veamos algún ejemplo:  1851, Moby Dick (“no pensamos que pueda funcionar para el mercado de la literatura juvenil”); 1856, Madame Bobary (“habéis enterrado vuestra novela en un cúmulo de detalles que están bien delineados pero que son completamente superfluos”); 1945, Rebelión en la granja (“imposible vender historias de animales en Estados Unidos”)

4.- Heterotopías y falsificaciones.

Entre ellas:

Un disparatado y desternillante “manual de estudios avanzados” por un antropólogo marciano estudioso de la especie humana terrícola tras su extinción, de cuyo leguaje una de las primeras palabras descifradas es “culo”, al cual define como: 
“lugar genérico donde se va a tomar algo”

Y un apasionante “monólogo interior de un e-book” el cual comienza con la toma de conciencia de dispositivo (“hasta hace poco yo no sabía qué era. He nacido vacío… luego algo ha entrado en mí, un flujo de letras”), más tarde se descubre como algo maravilloso (“un texto es un universo… tengo una memoria superior a la de un libro de papel”) y, sin embargo, concluye que le gustaría ser un libro de papel (“soy un libro disociado, tener muchas vidas y muchas almas es como no tener ninguna y, además, debo estar atento a no tomarle cariño a un texto porque al día siguiente mi usuario podría borrármelo”).

En mi opinión:   está en lo cierto Umberto Eco al equipar “libros” con “memoria”. La “memoria vegetal” (los libros) es una herramienta que nos permite sentir la vida, experiencias y pensamientos de personas coetáneas o pasadas, que de otro modo jamás podríamos conocer. Con esta memoria y nuestras propias vivencias e ideas nos vamos construyendo y, a su vez, generamos impacto en las demás personas.

Por eso, es tan importante leer libros, más allá de mensajes de pocos caracteres, de poesía, novela, biografías, ensayos o lo que ustedes quieran; y también preocuparnos de cómo nos educamos para elegir las lecturas. Pues, como dice Umberto Eco: la difusión de la memoria vegetal tiene todos los defectos de la democracia, un régimen en el que, para permitir que todos hablen, es necesario dejar hablar también a los insensatos, e incluso los sinvergüenzas.

El libro es también un objeto que traslada parte de nosotros, por cuanto, la biblioteca que, a lo largo de los años, por pequeña que sea, somos capaces de crear, forma parte de la memoria (en soporte vegetal) que dejamos tras la conclusión de nuestro ciclo biológico. Un espacio que supera el tiempo para que otros, si quieren, puedan encontrarnos en la propia elección de los textos y, aún más, en las anotaciones que en ellos perduren.

He de reconocerme privilegiado por conservar libros que me han llegado desde mis antepasados y amigos, algunos de los cuales exponen ideas y reflejan preocupaciones que el tiempo ha descascarillado, pero como dice Umberto Eco “nos enseñan a valorar críticamente las informaciones” y extraer lecciones “no solo de nuestros errores”.

Queridos lectores, si la poesía nos coloca en el “filo donde otros se rinden”, la filosofía nos ayuda a “narrar el abismo”, la novela nos acerca a “vidas auténticas, aunque envueltas en ficción”, el ensayo nos proyecta a “un futuro explicado desde el pasado” y la biografía nos ejemplifica cómo son las vidas finitas y las huellas inmortales”, es nuestra la elección: buscamos “el consuelo de los adeptos” o “nos arriesgamos a escuchar la diversidad de los otros”.

 


Carlos Wise, un gran lector Chileno

La bibliofilia es el amor por los libros; un bibliófilo es un amante o aficionado a las ediciones originales y más correctas de los libros, así como un estudioso y entendido sobre sus libros o el tema sobre el que se basa su colección.
La bibliofilia, en el sentido específico que hoy se atribuye a la palabra, de amor al libro como objeto de colección, surge propiamente con el Renacimiento, en los siglos siglo xiv d. C. y xv d. C., época en que los humanistas, reyes, príncipes y grandes señores se dedicaron directamente o por medio de agentes especiales, a recorrer países de Europa en busca de manuscritos, cartas, autógrafos, incunables, y otros tipos de libros raros.
El bibliófilo clásico, ejemplificado por Samuel Pepys, es un individuo que ama la lectura, así como el admirar y coleccionar libros, que frecuentemente crea una gran y especializada colección. Sabe, además, distinguirlas e identificarlas ya sea por la pureza de su texto, su tipografía, la calidad del papel y la encuadernación.​ Los bibliófilos no necesariamente buscan el poseer el libro que aman; como alternativa tienen el admirarlos en antiguas bibliotecas. Sin embargo el bibliófilo es frecuentemente un ávido coleccionista de libros, algunas veces buscando erudición académica sobre la colección, y otras veces poniendo la forma por sobre el contenido con un énfasis en libros caros, antiguos o raros, primeras ediciones, ediciones príncipe, libros con encuadernación inusual o especial, ilustres procedencias y copias autografiadas.

Aunque rara vez están presentes en la historia de la bibliofilia, también han existido mujeres coleccionistas de libros. Dado que se trata de una pasión que implica asimismo una alta disponibilidad económica, son casi siempre mujeres de las élites, reinas y aristócratas, que llegaron a reunir importantes colecciones, por ejemplo la reina Isabel I de Castilla, Margarita de Austria, Isabel de Farnesio​ o Bárbara de Braganza.​ Entre las nobles se puede destacar a Mencía de Mendoza,​ la condesa de Oñate, la duquesa de Aveiro o la condesa de Montijo.

Los bibliófilos se agrupan con frecuencia en Sociedades como la prestigiosa «Association Internationale de Bibliophilie»,​ auténtica Academia Internacional en la que anualmente se reúnen los más sabios investigadores y los más acaudalados coleccionistas, y otras de carácter más local como la Sociedad de Bibliófilos Chilenos fundada en 1945.​ Existen bibliófilos que han tenido un papel relevante en la cultura de sus países como Antonio Cánovas del Castillo,​ político e historiador español de la segunda mitad del siglo xix d. C. o Carlos Manuel de Trelles que fue un cubano que amó los libros y creó tradición en su país.
Por otra parte, en nuestros días el coleccionismo de libros antiguos, como en el caso del arte y de otras antigüedades, es un instrumento alternativo de inversión con un mercado internacional que, a pesar de su discreción, ocupa el tercer puesto en la cifra de negocio de las grandes casas de subastas internacionales tras la pintura y la escultura.

Sociedad de Bibliófilos Chilenos.

La Sociedad de Bibliófilos Chilenos, fundada en 1945, representa una parte importante de nuestra historia cultural e intelectual desde mediados del siglo XX. El principal objetivo de la corporación -tal como aparece establecido en sus Estatutos de 1947- es promover el desarrollo de la cultura del libro en Chile, mediante la publicación de obras relacionadas con la historiografía, la literatura, las ciencias y las artes, con un fuerte énfasis en la calidad material, el diseño y la tipografía de las ediciones.

El culto al libro que aglutina a sus miembros es la vocación que anima la labor de rescate patrimonial que la Sociedad ha realizado en forma constante y tenaz. En un país donde los estudios acerca de la historia del libro y la lectura continúan siendo escasos -sobresalen, por cierto, los señeros trabajos de Bernardo Subercaseaux, Sergio Martínez Baeza o Jorge Soto Veragua-, el aporte de la corporación, materializado en su catálogo de publicaciones, ha sido uno de los puntales del conocimiento, la documentación y preservación de la cultura escrita en Chile.

En marzo de 1947, la Sociedad de Bibliófilos publicó el primer número de su boletín El Bibliófilo Chileno, por medio del cual dio a conocer las actividades, noticias y nuevos títulos de la corporación, así como artículos de opinión firmados por sus miembros y trabajos de intelectuales del siglo XIX recuperados por este órgano. Entre los libros producidos por la Sociedad -de tiradas limitadas y destinados a sus propios integrantes- se destacan las ediciones de la correspondencia entre Juan Egaña y su hijo Mariano, el Diario de don Isidoro Errázuriz, el Diario de un viaje a California (1848-1849) de Vicente Pérez Rosales y El Arauco domado por el Excelentísimo señor don García Hurtado de Mendoza, de Lope de Vega. También ha patrocinado la divulgación de importantes investigaciones de sus miembros, tales como Los primeros años de la Biblioteca Nacional (1813-1824) de Raúl Silva Castro, El modo de ganar el Jubileo Santo de 1776 y las imprentas de los incunables chilenos de Alamiro de Ávila Martel y La bibliografía de José Toribio Medina de Carl Schaible.

Las ediciones de la Sociedad de Bibliófilos son cuidadas y hermosas; un claro ejemplo lo constituyen las reediciones de La Amortajada de María Luisa Bombal y la edición de bolsillo de Azul de Rubén Darío. Uno de los mayores logros editoriales de la agrupación lo constituye la edición de José Gil de Castro pintor de la Independencia americana preparada por Jaime Eyzaguirre, con estudio introductorio y 52 páginas de láminas que contienen la obra del afamado pintor mulato.

En la Sociedad de Bibliófilos Chilenos han participado, a lo largo de su dilatada existencia, destacados intelectuales, literatos y escritores de nuestro país. Entre los socios fundadores se encuentran, además de los mencionados anteriormente, Eugenio Pereira Salas, Pablo Neruda, Ricardo Donoso, Guillermo Feliú Cruz y Eduardo Frei Montalva. También contó con la colaboración del connotado tipógrafo Mauricio Amster, quien preparó muchas de las ediciones de la Sociedad.

En 1985, la Universidad de Chile presentó en una exposición de libros denominada El Arte del libro desde Gutenberg hasta hoy en homenaje a los cuarenta años de funcionamiento de la corporación.


Tesoros de la bibliofilia catalana.
CULTURA/S


Una exposición en el MNAC muestra cómo la Associació de Bibliòfils, en colaboración con la Reial Acadèmia de Bones Lletres, ha editado exquisiteces de las letras de máxima calidad.

CARLES BARBA
BARCELONA
27/08/2019

¿Hay que extrañarse de que Catalunya, propugnadora durante el noucentisme de l’obra ben feta, haya sido tierra propicia a los libros bellos y raros, y que en este 2019 l’Associació de Bibliòfils de Barcelona esté celebrando –con una exposición y un catálogo– sus 75 años de existencia?

Tanto la muestra (comisariada por Albert Corbeto) como el catálogo (editado por el sello andorrano Aloma) evidencian que entre nosotros existió desde mediados del XIX un vivo interés por los libros antiguos y los tesoros bibliográficos, y que en los primeros decenios del XX fundamentalmente tres personajes –el polígrafo Ramón Miquel i Planas, el editor Gustau Gili Esteve y el librero Josep Porter Rovira– impulsaron una bibliofilia erudita genuina que vindicaba una elaboración artesanal no sólo de obras antiguas sino contemporáneas e ilustradas por artistas coetáneos.
 Estas sinergias quedaron lógicamente cortadas por la Guerra Civil, pero en 1943 diferentes estamentos barceloneses (mecenas, editores, coleccionistas, impresores, grabadores...) aunaron voluntades y en 1944 se fundaba la Associació de Bibliòfils, presidida por Alfons Macaya, con Josep Porter como hombre en la sombra, y con cincuenta socios iniciales que enseguida doblaron hasta cien. Se acordó enseguida crear un logotipo, editar un boletín y publicar un promedio de un libro al año.
El marqués de Mura, Josep Porter y Martí de Riquer fueron los principales activistas de la entidad bibliófila”

El título con el que la ABB inició su aventura da bastante el tono de su modus operandi: escogió un clásico literario ya incontestable, la novela decimonónica El Capitán Veneno de Pedro Antonio de Alarcón; encargó la fijación del texto a un miembro de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, Manuel de Montoliu (esta institución secundará a menudo a la recién creada entidad); contrató diez láminas de ilustración a un artista catalán entonces muy prometedor, Josep Maria Mallol Suazo, y se confió al artista Teodoro Miciano una parte ornamental de la edición, capitulares incluidas (Miciano había pagado su republicanismo con tres años en la cárcel, y la asociación, para paliar un poco su situación, y atendiendo a su pericia como grabador, le sumó al proyecto). Se imprimieron cien ejemplares numerados y nominados.
Gracias doblemente a la exposición y al catálogo, podemos seguir (y apreciar en todos sus detalles) treinta y cinco ediciones estelares que ha llevado a cabo la ABB hasta hoy, con una ecléctica línea operativa que va desde un Cantar de los cantares en versión de fray Luis de León a Tots els contes de Pere Calders o unas insólitas Set cartes de Dalí a Pere Coromines. Dentro de la asociación durante años hicieron y deshicieron una serie de figuras de entonces, empezando por el marqués de Mura (que rigió la entidad entre 1950 y 1971) y a quien se debe la organización aquí (en 1963) del Tercer Congreso Internacional de Bibliofilia. Otro activista –ya lo hemos señalado– fue el librero Josep Porter. Y otro importantísimo, el medievalista Martí de Riquer, que patrocinó entre otros títulos una traducción castellana del Tirant, una Vida de Ramon Llull (con maravillosas miniaturas de un Breviculum de Karlsruhe); una L’Atlàntida de Verdaguer, y un Cervantes en Barcelona del propio Riquer.

A la vista de las realizaciones que airea ahora en su conjunto la ABB, saltan por los aires los clichés de elitismo y ranciedad que a veces ha podido segregar esta dedicación. La asociación –hoy presidida por la tercera generación en la persona de Pau Salvat– ha hecho honor a la máxima de Miquel i Planas de que “es el amor al libro lo que puede mejorar una ­sociedad”. Y multiplicándose en varios frentes, ha sabido desempolvar grandes creaciones de la antigüedad (La vida de Sinuhé por ejemplo, con imágenes de Perico Pastor); ha ido editando exquisiteces de las letras catalanas (XL Sonets de Foix; Ocells de Espriu; Les històries naturals de Perucho ; El caliu i la cendra de Pere Gimferrer; o Els fruits saborosos de Josep Carner). Y ha encomendado las respectivas ilustraciones a artistas de la solvencia de Antoni Tàpies, Josep Maria Subirachs, Ramon Herreros, Perejaume o Narcís Comadira. 
No ha olvidado tampoco incluir en su catálogo obras que informan de los primores que conlleva la alta bibliofilia: así por ejemplo La ilustración y la decoración del libro manuscrito en Cataluña de Pere Bohigas; o La encuadernación en París en las avanzadas del arte moderno de Emilio Brugalla. Y en general se ha tenido un celo especial en que estas ediciones se hayan ejecutado sobre el mejor papel, con encuadernaciones –si las hay– de la máxima calidad, y con grabados, xilografías, aguafuertes, calcografías, etcétera, obtenidos con las técnicas más nobles.

Nota histórica.

Associació de Bibliòfils de Barcelona

Asociación de bibliófilos fundada en Barcelona en 1943.

Fundada por Ramón de Dalmases y Villavecchia; María de la Paz Fabra y de Monteys, marquesa de la Mesa de Asta, José Pedro Gil Moreno de Mora, Alfonso Macaya Sanmartí —que fue su primer presidente—, Ramon Miquel y Planas, Josep Porter y Rovira, Joan Prats y Tomàs, Joan Sedó y Peris-Mencheta y Gaietà Vilella i Puig, publicaron lujosas ediciones de bibliófilo de clásicos castellanos y catalanes, organiza conferencias y exposiciones, y entre 1990 y 1995 publicó el Anuario de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona. 
El número de socios está limitado a 100. Celebra sus sesiones públicas en la Academia de Buenas Letras de Barcelona. Puede considerarse una sucesora de la Sociedad Catalana de Bibliófilos (1903-12)

Bibliófilos 

Isidre Bonsoms i Sicart (Barcelona, 1849-Valldemosa, 14 de noviembre de 1922) fue un bibliófilo y cervantista catalán.

En 1910 donó a la Biblioteca de Cataluña una colección importante de folletos histórico-políticos referente a acontecimientos de la historia de Cataluña, desde el siglo XVI al XIX, imprimidos la mayor parte en Cataluña.​ Contiene relaciones de sucesos, disposiciones legales, pregones, bandos, hojas volantes y pasquines. También recoge un gran número de procesos y sentencias judiciales, discursos políticos, sermones predicados con motivo de algún acontecimiento, impresos de interés local, novelas y otros opúsculos de temas diversos. Incluye también relaciones, avisos y gacetas de noticias.

El año 1914 Isidre Bonsoms comunicó a la Biblioteca de Cataluña su propósito de donar su Colección Cervantina de 3367 volúmenes. Ingresada en 1915 es una de las mejores colecciones existentes sobre Cervantes y su obra. Contiene las obras de Cervantes en lengua original y traducciones, obras de carácter biográfico y crítico literario, así como obras inspiradas o adaptadas de sus obras e iconografía cervantina. Consta actualmente de aproximadamente 9.000 volúmenes e incluye los originales de las primeras ediciones de todas las obras de Cervantes, salvo de La Galatea, de cual contiene la segunda edición. Además conserva las seis primeras ediciones del Quijote de 1605, ejemplares bibliófilos y publicaciones de la obra cervantina en más de 50 idiomas.

El Institut d'Estudis Catalans creó el premio Isidre Bonsoms en su honor para premiar «la mejor obra de investigación, editorial, bibliográfica, artística, crítica, biográfica y musical sobre las obras de Cervantes y sobre las novelas y narraciones de caballería y de aventuras que precedieron Don Quijote, así como sobre las que ha motivado o influido».




La Colección Cervantina de la Biblioteca de Cataluña es una de las colecciones más importantes del mundo conservadas en bibliotecas de titularidad pública sobre Cervantes y su obra.

Tiene su origen en la donación de cerca de 3400 volúmenes realizada por el bibliófilo barcelonés Isidre Bonsoms en 1915. Contiene las obras de Cervantes en lengua original, traducciones, obras de carácter biográfico y crítico literario, así como obras inspiradas o adaptadas de sus obras e iconografía cervantina.

Historia

En 1914, Isidre Bonsoms i Sicart (1849-1922), un bibliófilo y erudito catalán, comunicó a los responsables de la Biblioteca de Cataluña, el inspector Jaume Massó i Torrents y el director Jordi Rubió i Balaguer, su propósito de ceder a la Biblioteca de Cataluña la colección cervantina que él había reunido durante muchos años de afanosas búsquedas. Muchos de sus libros procedían de la colección de Leopold Rius (1840-1898), considerado el padre de la bibliografía cervantina moderna.
En 1915 ingresaron los 3367 volúmenes de la colección, que se albergaron en la sala azul del Institut d'Estudis Catalans en el Palacio de la Generalidad de Cataluña, entonces sede de la Biblioteca de Cataluña. Permanecieron allí hasta el año 1936, fecha en que fueron trasladados a la actual Sala Cervantina de la Biblioteca de Cataluña, ubicada en el edificio del antiguo Hospital de la Santa Cruz. El Institut d'Estudis Catalans, el mismo año 1915, contrató a Joan Givanel, primer conservador de la colección, para redactar el catálogo y así facilitar la consulta de las obras.
La colección se ha continuado desarrollando a través de compras, donativos, intercambios y del Depósito Legal. Actualmente consta de unos 9000 volúmenes.3​

Contenido y ejemplares destacados

Independientemente del valor bibliográfico de esta colección en conjunto, hay que considerar el valor individual de numerosas piezas de primer orden.

La colección cuenta con ejemplares de las primeras ediciones de todas las obras de Cervantes en lengua original y traducciones, salvo de La Galatea.​ De esta obra, conserva un ejemplar de la segunda edición, muy rara, publicada en Lisboa en 1590.

De entre las obras más destacadas de la colección figuran ejemplares de las siguientes ediciones de la obra más conocida de Miguel de Cervantes, El Quijote:

  • un ejemplar de las seis ediciones de la primera parte que se imprimieron en 1605. De la primera edición, según el censo de ejemplares elaborado por el grupo de Investigación Prinqeps 1605, liderado por Víctor Infantes, se conservan 28 ejemplares, uno de los cuales se encuentra en la Biblioteca de Cataluña.
  • ejemplares de todas las ediciones (65) realizadas durante el Siglo de Oro.
  • un ejemplar de la primera edición conjunta de las dos partes, que fue publicada en Barcelona por primera vez en 1617.
  • un ejemplar de la edición inglesa de Edward Blount (1617), en que aparece una de las primeras representaciones gráficas de Quijote y Sancho.
  • ejemplares de las primeras ediciones de traducciones al inglés (1612), francés (1614), italiano (1622), alemán (1648), holandés (1657) y otros idiomas. La colección posee en la actualidad traducciones del Quijote en 51 idiomas.
  • ediciones ilustradas por destacados artistas como Charles Coypel, Juan Antonio Pellicer, Luis de Madrazo, Eusebi Planas, Apel·les Mestres, Gustave Doré, José Moreno Carbonero, Salvador Dalí, Antonio Saura o Josep Segrelles.
  • Uno de los cinco ejemplares de la edición impresa en pergamino por Gabriel de Sancha y anotada por Juan Antonio Pellicer.
De entre la obra gráfica original, cabe destacar la colección de 16 acuarelas, 15 de las cuales sirvieron para las ilustraciones de la edición del Quijote por la Real Academia Española de 1780, dibujadas por Antonio Carnicero, José del Castillo y José Brunete, entre otros. También se encuentran originales de artistas como Jaume Juez i Castellà o Eberhard Schlotter.
Además de las obras de Cervantes, la colección contiene biografías, estudios y crítica de la obra cervantina. Los materiales efímeros, desde cromos y naipes hasta carteles de cine de adaptaciones cinematográficas (como por ejemplo Dulcinea), así como algunos objetos, ofrecen, junto a las ediciones ilustradas y la obra gráfica original, una amplia muestra de iconografía cervantina. Cuenta también con algunas partituras, como la de Don Quijote de Richard Strauss, así como grabaciones sonoras y audiovisuales, por ejemplo la ópera D. Q.
El retrato al óleo de Isidre Bonsoms, de la mano del pintor José María Vidal-Quadras y el busto en bronce de Cervantes del escultor Josep Reynés, presiden la Sala Cervantina de la Biblioteca de Cataluña.
La Memòria Digital de Catalunya dedica una entrada a la Colección Cervantina que irá incrementando con las obras más destacadas que se encuentren en dominio público.


María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas Manrique (Azeitão, Portugal 1630 - Madrid, 7 de febrero de 1715) fue una noble de origen portugués, duquesa de Aveiro y consorte de Arcos.

Biografía

Hija de Jorge de Lencastre, duque de Torres Novas, y de su segunda esposa, Ana de Cárdenas y Manrique de Lara, hija del III duque de Maqueda. Era además nieta, por vía paterna de la 3ª duquesa de Aveiro, Juliana de Lencastre. El título ducal lo detentó su hermano Raimundo hasta 1663, cuando le fue confiscado junto con sus bienes en Portugal por haberse pasado a España después de la restauración de la monarquía portuguesa en 1640. El título pasó luego a su tío, el 5º duque, Pedro de Lencastre, Inquisidor General, muerto en 1673 sin hijos.
 La herencia del ducado de Aveiro recayó en ella en 1679 después de una larga reclamación y de haber prometido judicialmente transmitirlo a su segundo hijo, Gabriel, que tendría que ir a vivir para Portugal.

Matrimonio e hijos

María de Guadalupe se casó en 1666 en España con el noble castellano Manuel Ponce de León1​futuro 6º duque de Arcos, marqués de Zahara y conde de Bailén. De este matrimonio nacieron:
Joaquín Ponce de León y Lencastre (1666-1729), 7º duque de Arcos;
Gabriel Ponce de León y Lencastre, 7º duque de Aveiro;
Isabel Zacaria Ponce de León y Lencastre, casada en 1688 casada con Antonio Martín de Toledo, condestable de Navarra, 9º duque de Alba, por lo tanto duquesa consorte de Alba.
En las escrituras se había estipulado que los ducados de Arcos y de Aveiro deberían siempre estar separados, estipulando que el primogénito con el ducado que escogiese, siendo el otro para el hijo segundo. Muerto el duque Ramón, y habiendo paz entre España y Portugal, María Guadalupe trató de suceder en el ducado de sus abuelos, y mandó a Lisboa, como procurador João Carlos Baçan, notable jurisconsulto, que presentó un libelo contra el inquisidor general Pedro de Lencastre, 5º duque de Aveiro, que estaba en posesión del ducado.

Aparecerán como opositores Agustín de Lencastre, marqués de Valdefuentes, hijo de Alfonso, marqués de Porto Seguro, el hijo primogénito de María Guadalupe, Joaquín Ponce de León, y los procuradores de la corona y de la hacienda Real.

Pedro murió el 23 de abril de 1673, y la demanda continuó, hasta que fue reconocida por la Junta de Lisboa mediante una primera resolución el 20 de octubre de 1679, con la condición de trasladar a Portugal su residencia definitiva, prestando el debido vasallaje al rey. A pesar de los embargos que sufrió, la sentencia fue confirmada en 1681 siendo el ducado de Aveiro entregado a un administrador nombrado por el rey. Deseando María Guadalupe volver con su hijo a Portugal, y no pudiendo vencer la oposición de su marido, se separó de judicialmente, hecho del que consta un borrador en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional.
 En 1673 falleció su esposo, el VI duque de Arcos aunque, para entonces, estaba demasiado enferma para viajar y tomar posesión del ducado de Aveiro como 6ª duquesa. Ya viuda, cedió el ducado a su segundo hijo Gabriel, duque de Baños, cesión que después de su muerte, ratificó su hermano mayor, el duque Joaquín de Arcos. La muerte de Gabriel puso fin a la línea masculina de la familia Lencastre.
Duque de Aveiro es un título asociado a la Casa Real Portuguesa (creado en fecha dudosa, pero en cualquier caso antes de 1535 o por Juan III, o más probablemente por su padre Manuel I, que era quien deseaba eliminar el recuerdo del Infante Don Pedro, duque de Coímbra, abuelo materno de Juan II, por ser hijo de una dama de la familia Braganza) a favor de Juan de Lencastre, hijo y sucesor del segundo Duque de Coímbra, Jorge de Lencastre, hijo natural de Juan II. Al no renovar el título de Coímbra Juan III, puso así en uso el de Aveiro en esa familia con la baronía del Príncipe Perfecto.


María Guadalupe de Lencastre fue considerada una de las mujeres más cultas de su época. Hablaba varios idiomas y reunió una biblioteca excepcional para su época, cuyo inventario, conservado en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional en Toledo, consta de 4347 entradas. 
En ella se encuentran obras religiosas, típicas de las damas de su época, pero las hay de otras muchas materias: literarias, artísticas, científicas, médicas, etc. Sor Juana Inés de la Cruz le dedicó un romance extenso en que la llama «única maravilla de nuestros siglos», «gran Minerva de Lisboa» o «Presidenta del Parnaso». Desarrolló una extensa labor de apoyo a las misiones de jesuitas y franciscanos en diversas partes del mundo.

Idiomas.

La Duquesa dominaba varias lenguas entre ellas el castellano y el portugués, además del latín, el griego, inglés, italiano, francés y hebreo. Su pasión por el conocimiento fue de sobras conocida por ilustres personajes de la época con quienes frecuentaba prestigiosos círculos intelectuales en los que coincidió, entre otros, con el Conde Saint-Simón, quién comentó a este respecto que “Sa maison à Madrid étoit le rendez-vous journalier de tout ce qu’il y avoit de plus considérable en esprit, en savoir et en naissance…”Su casa [la de la Duquesa] en Madrid era lugar de encuentro diario de quien era importante bien por su sabiduría o por su nacimiento…»). También es conocida su afición por la pintura aunque, según criterio de Palomino de Castro –famoso pintor y tratadista de la época- doña Guadalupe poseyó mayores conocimientos teóricos que prácticos, considerando que su comprensión provenía de un vasto conocimiento universal, por lo que el pintor la define como una inteligente connoisseur.

Cartas.

La Duquesa, acorde con el auge de la cultura escrita, mantuvo una profusa correspondencia con diversas  personalidades de su entorno y de la Corte, entre quienes se encontraban importantes hombres de Estado, ministros, validos y confesores reales, así como familiares, amigos y religiosos misioneros, una correspondencia desgraciadamente casi desaparecida, gracias a la cual han podido reconstruirse algunos episodios de su larga vida. 

Biblioteca

Desgraciadamente, la biblioteca de doña Guadalupe ha desaparecido, aunque el Archivo Histórico Nacional, en su Sección Nobleza, ha conservado el inventario, cuyo análisis ha sido abordado por Natalia Maillar y Luis de Moura. Dicho inventario consta de 120 folios, encuadernados en pergamino, meticulosamente ordenado según materias, autores, títulos, idioma, lugar de impresión y tamaño. Los 4.374 clasificados contemplan temáticas muy diversas: historia, escolástica (medicina y ciencias naturales), teología, prédica, matemáticas, moral, gramática, humanidades, religión y varios. De ellos, desde el punto de vista cuantitativo destacan: la historia, con 1.420 volúmenes (en lengua romance y latín), seguido de las humanidades (en lengua extranjera) con 978 y, finalmente, la sección dedicada a religión con 816 títulos. De estos datos se desprende el particular interés que la historia, despertó en la Duquesa, lo que justificaría que solicitase a don Gaspar Ibáñez de Segovia, Marqués de Mondéjar, un juicio crítico de los historiadores, al que respondió el marqués con su obra, Noticia y juicio de los principales escritores antiguos y modernos de la Historia de España.

La librería constituye una de las más importantes de su tiempo, superando incluso a la del rey don Felipe IV, reconocido bibliófilo, que reunió hasta 2.234 ejemplares según índice de 1737. Tanto la variedad de materias como de lenguas en la que aparecen escritos, dejan entrever el extenso ámbito de intereses abarcados por doña Guadalupe. Desde la religión, pasando por las humanidades, hasta las obras de carácter científicos, acorde con las inquietudes de la época, esta colección revela una identidad construida en base a un carácter preocupado y curioso, propio de quien hace de la cultura y el saber un modo de vida.
La colección fue depositada por don Joaquín Ponce de León y Lancaster, VII duque de Arcos, en el convento de Santa Eulalia, en la localidad sevillana de Marchena, ciudad con la que los duques mantuvieron un estrecho vínculo por ser la sede ducal en Andalucía. Con este depósito, el Duque pretendía asegurar la conservación de la colección reunida por su madre durante años a la par que colaboraba en pro de la formación de los religiosos, que podían consultarlos en una sala construida a tal efecto, aunque no podían llevarlos a sus respectivas celdas.
Durante la ocupación francesa, muchos libros fueron trasladados a otro convento de extramuros para, finalmente, ser objeto del expolio cometido por ignorantes que los vendieron y los hicieron desaparecer. Hoy por hoy, resultaría una tarea prácticamente imposible intentar reunir nuevamente esta colección. El inventario constituye per se una fuente de gran riqueza que ha permitido a los historiadores seguir el rastro de la mujer que dejó en ella su impronta.

Bibliografía.

MAILLARD ÁLVAREZ, Natalia, “María Guadalupe de Lencastre, Duquesa de Arcos y Aveiro, y su biblioteca”, Actas de las XIV Jornadas sobre Historia de Marchena. Iglesias y conventos, Marchena, Ayuntamiento, 2011, pp. 139-157.

DE MOURA SOBRAL, Luis, “De la libreria, contemplando al Cielo. Imagens e cultura visual em livros de ciencias e técnicas da Biblioteca de D. María Guadalupe de Lencastre (1630-1715), Duquesa de Aveiro”, Ágora. Estudos Clássicos em Debate, 14, 1, 2012,  pp. 169‐201.

DE MOURA SOBRAL, Luis, “María Guadalupe de Lencastre (1630-1715). Cuadros, libros y aficiones artísticas de una Duquesa Ibérica”, QUINTANA, 8, 2009, pp. 61-73.

Nota

Juan II de Portugal (Lisboa, 3 de marzo de 1455 - Alvor, 25 de octubre de 1495), apodado el Príncipe perfecto fue rey de Portugal. 



Portocarrero y Zúñiga, María Francisca de Sales. Condesa de Montijo (VI). Madrid, 10.VI.1754 – Logroño (La Rioja), 15.IV.1808. Noble ilustrada, Grande de España, miembro activo de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Hija de Cristóbal Antonio Portocarrero, marqués de Valderrábano, y de María Josefa de Zúñiga, hija de los condes de Miranda del Castañar. Quedó huérfana de padre a los tres años y, como única descendiente de la ilustre casa de los Portocarrero, cuando contaba nueve años de edad heredó el título de condesa de Montijo de su abuelo, que había sobrevivido al padre de María Francisca. Era dos veces condesa, tres veces marquesa, dos veces Grande de España de 1.ª Clase y ostentaba además otros varios títulos, que la hacían una de las mujeres más ricas de su época. Su madre, al poco de quedar viuda, se recluyó, primero, en el Convento de las Maravillas y, luego, en el de las Baronesas, donde profesó en 1762, por lo que en su infancia, María Francisca estuvo bajo los cuidados y la tutela de su abuelo, el V conde de Montijo, y de un tío-abuelo, el cardenal de Toledo, Luis Fernández de Córdoba, conde de Teba.

Por disposición testamentaria de su padre, su educación fue confiada a las religiosas de la Visitación, o Salesas, de Madrid, establecimiento encargado de la educación de las jóvenes nobles, que había sido favorecido por la reina Bárbara de Braganza. La educación que recibían las jóvenes de la aristocracia consistía en una enseñanza primaria, completada con estudios de Humanidades para las más dotadas, entre las que se encontraba María Francisca. Existe un testimonio por el que se sabe que las monjas se hallaban impresionadas por la precoz madurez mental que revelaba a los diez años. La condesa de Montijo dominaba las lenguas clásicas y, también, el francés.
A los catorce años, abandonó las Salesas al ser pedida en matrimonio por Felipe Palafox y Croy de Abré, segundón de los marqueses de Ariza, familia de noble linaje, casándose el 8 de noviembre de 1768, a la edad de catorce años, cuando el novio tenía veintinueve.

El matrimonio tuvo ocho hijos, de los que sobrevivieron seis, dos varones y cuatro hembras. El primogénito, Eugenio Eulalio, conde de Teba y futuro VII conde de Montijo, quien, en 1808, tendría un importante papel en el motín de Aranjuez, el conocido “tío Pedro”, miembro del partido fernandino, enemigo de Godoy y autor de un memorial que se consideró subversivo para la Monarquía, titulado Discurso sobre la autoridad de los Ricos-hombres. El hijo más pequeño, Cipriano, fue el padre de la emperatriz Eugenia de Montijo. Las hijas, Ramona, Gabriela, Tomasa y Benita, serían, por casamiento, condesa de Contamina, marquesa de Lazán, marquesa de Villafranca y condesa de Villamonte, respectivamente.

La condesa de Montijo enviudó de Felipe Palafox en 1791, cuando ella tenía treinta y seis años, y en 1795 celebró un segundo matrimonio secreto, por ser desigual, con Estanislao de Lugo, amigo de la familia, de origen hidalgo pero muy inferior al de ella, que fue director de los Reales Estudios de Madrid, hombre de personalidad profundamente religiosa adepto a corrientes de influencia jansenista, y que acompañaría a la condesa en su destierro y hasta el final de su vida.

Cuando contaba diecinueve años, María Francisca, debido a su dominio perfecto del francés, fue animada por el obispo José Climent, de tendencia ilustrada, a que tradujera la obra del sacerdote francés Nicolás Letourneux Instrucciones sobre el sacramento del matrimonio.


Aunque María Francisca se resistió inicialmente, la traducción fue, al fin, publicada en Barcelona el año 1774, con un prólogo elogioso del obispo Climent.
Esta obra, con la que se inició en edad temprana sus trabajos literarios, se publicó ocultando el nombre del traductor y tuvo varias ediciones.
Mujer de personalidad activa, llevaba las cuentas de su casa y haciendas, no exento todo ello de pleitos.
Poseía, además, un gran “don de gentes” e inquietud intelectual, que la llevó a ser la anfitriona de uno de los “salones” ilustrados de mayor influencia de su tiempo, interesado de manera especial por problemas religiosos y de la política regalista, del cual fueron contertulios, entre otros, Jovellanos, Meléndez Valdés, Estanislao de Lugo, el obispo ilustrado Tavira o el también obispo, y cuñado de la condesa, Antonio Palafox. Por el salón de los Montijo de la calle del Duque de Alba de Madrid acudían personajes literarios como los hermanos Iriarte, Moratín o Forner, políticos y militares como Campomanes, Cabarrús, Urquijo, Mazarredo, O’Reilly o Gravina, artistas como Bayeu, Vicente López o Goya, historiadores como Vargas Ponce o Llaguno, y médicos y científicos como Luzuriaga o Gutiérrez Bueno. Con muchos de ellos, la condesa ejerció el mecenazgo. Se tiene constancia de que los libreros franceses Thévin y Copin eran proveedores de la casa de los Montijo.

Las inquietudes de la condesa, pese a tener una pluma incisiva y narrar con soltura, no se dirigieron fundamentalmente a la escritura, sino, de manera especial, a actividades altruistas y patrióticas, dentro de lo que constituyó el programa ilustrado de reformas.

Cuando en 1787 —no sin problemas y discusiones en las que intervinieron personajes como Campomanes, Jovellanos o Cabarrús— se creó una Junta de Damas adscrita a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, con lo que por primera vez en la historia de España las mujeres fueron admitidas a asociarse para participar en la política reformadora, la condesa de Montijo se apuntó inmediatamente, formando parte del núcleo primitivo de catorce señoras que integraron la citada Junta. Fue investida del cargo de secretaria, desempeñándolo sin interrupción durante los siguientes dieciocho años.

Como secretaria de la Junta de Damas de la Matritense se convirtió en el motor de la actividad de la misma, junto a las dos señoras que se turnaron en la Presidencia, la famosa ilustrada condesa de Benavente y la condesa de Trullás. Fue en esta actividad en donde la condesa de Montijo reveló sus mejores dotes y sus cualidades de mujer ilustrada y benefactora de los más necesitados, su personalidad altruista y carácter enérgico para superar las dificultades. Con gran capacidad de trabajo, conocedora de idiomas y con facilidad de redacción, hacían de ella una secretaria perfecta de la Junta, lo que atestigua el que, según consta en las actas de las sesiones de esa asociación, la Junta se felicitase año tras año del acierto de haberla escogido como secretaria.
Las tareas realizadas en ese puesto fueron numerosas y de diverso calado. Era ella quien presentaba todos los expedientes, instancias y memoriales. Redactaba la relación anual de las tareas de la Junta, que leía después en la solemne distribución de premios.
Se encargaba de la correspondencia con los ministerios, en solicitar entrevistas con diferentes personajes políticos, pronunciaba elogios fúnebres y —lo que es de destacar— elaboró toda una serie de proyectos, reglamentos y representaciones.

Una de las primeras tareas encomendadas a la Junta de Damas por la Sociedad Económica Matritense fue la de dirigir la educación en las cuatro Escuelas Patrióticas gratuitas para niñas pobres que, en 1776, había creado en Madrid, además de supervisar las diversas manufacturas en que se empleaban las alumnas.
Cuando en 1787 la Junta se hizo cargo de ellas, las cuatro que existían estaban repartidas por los barrios de San Ginés, San Sebastián, San Andrés y San Martín.
La condesa de Montijo fue curadora de la escuela de San Andrés, y era ella quien organizaba los exámenes, daba instrucciones a los maestros, arreglaba contratos y controlaba las cuentas.

Su primera intervención como secretaria, y que tuvo importante eco, fue con motivo de una consulta que Floridablanca hizo a la Junta en relación con una obra anónima titulada Discurso sobre el lujo y proyecto de un traje nacional, que apareció en 1788, en donde se preconizaba la instauración de un traje nacional para las mujeres con el objetivo de mitigar el despilfarro originado por el lujo. La condesa de Montijo, en nombre de la Junta, escribió unas reflexiones en las que, con ironía y sentido común, criticaba los argumentos presentados en la propuesta, con lo que se frustró el proyecto de monotonía uniformadora en el vestir femenino.

En enero de 1788, pocos meses después de constituirse la Junta de Damas, se estudió la situación de la mujer española en la industria y María Francisca redactó una representación al Rey, remarcando la necesidad de romper las trabas que existían para el empleo de la mano de obra femenina en las industrias y en varios ramos de la artesanía. También, y de manera destacada, la Junta se preocupó de la educación femenina, para lo que se constituyeron dos comisiones en las que se estudiaron durante meses los problemas y soluciones, componiendo la condesa de Montijo una memoria sobre el particular.
Fue ella la que sometió al parecer de sus compañeras un ambicioso proyecto para socorrer a los niños expósitos de Madrid, y presentó un informe sobre las Inclusas del Reino en general y sobre la de Madrid en particular, en el que denunciaba la muerte de más de setenta y seis mil niños en treinta años, debido a las insalubres condiciones y mala administración de los hospicios. Aunque la polémica y lucha duró varios años, al fin se dictaron varias normas que mejoraron sensiblemente aquella situación. Por cédula de 23 de enero de 1794, Carlos IV declaraba legitimados a todos los expósitos de ambos sexos. En 1796, se aprobó un nuevo reglamento relativo a todas las Inclusas del Reino, colocándolas bajo la vigilancia de los prelados.
Después de varias representaciones elevadas al Trono, una Real Orden de 1796 concedió a la Junta de Damas plenos poderes para realizar una encuesta, para lo cual cuatro señoras, entre ellas la condesa de Montijo, se dedicaron a una cuidadosa y larga investigación en los archivos y en las estancias de la Real Inclusa de Madrid. La condesa dirigió al Rey un informe tan poco elogioso sobre la situación, que por otra Real Orden de 1799 se otorgó a la Junta no sólo el cuidado de velar por la salud de los expósitos y el gobierno interior de la Inclusa, sino también el control sobre sus caudales. La condesa de Montijo fue designada, junto a la condesa de Sonora, celadora de la Inclusa, cargo que desempeñaron durante seis años. Al año de gobierno, la condesa presentó un balance en el que constaba que se había reducido a menos de la mitad la mortalidad de los incluseros.

Además de su actividad en la Junta de Damas, María Francisca Portocarrero también desarrolló, aparte de la distribución generosa de limosnas, otras actividades de beneficencia como la que llevó a cabo, junto con otras mujeres, en la Asociación para las Presas, una obra filantrópica para mitigar las penosas condiciones en que vivían las mujeres presas en las tres cárceles de Madrid: la Cárcel de Corte, la Cárcel de la Villa y, de forma particular, en la Galera, donde estaban recluidas ladronas, prostitutas, alcahuetas o infanticidas.
La Asociación tenía dos finalidades principales: asistir material y moralmente a las presas y fomentar el trabajo entre ellas, en utilidad de la nación. La condesa de Montijo ocupó el puesto de secretaria de la Asociación, de tal modo que durante tres años se encargó de dos secretarías, la de la Junta de Damas de la Matritense y la de la Asociación para las Presas. Luego pasó como enfermera a la Cárcel de Corte. La Asociación, para la que la condesa trabajó durante diecisiete años, emprendió una verdadera reforma de las cárceles de mujeres, con ideas muy modernas para la época.
Durante un tiempo, hubo una corriente de simpatía entre la condesa y Godoy, quien influyó para que le concediesen la Orden de María Luisa, pero posteriormente sucedieron una serie de acontecimientos, entre otros, algunos derivados de la actividad profernandina y anti-Godoy de su hijo mayor el conde de Teba, que abocaron a una relación difícil y conflictiva. Surgió una corriente claramente calumniosa que atribuía a la condesa la autoría de una serie de epigramas obscenos que hacían reír a Godoy.

María Francisca Portocarrero fue acusada de propagar el jansenismo, bajo el eco de Port Royal. Aparte de sus relaciones con Climent, obispo de Barcelona, y de su correspondencia con los franceses el abate Clément de Bizou y Gregoire, obispo de Blois, que formaba parte de los clérigos llamados “juramentados” tras la Revolución Francesa, parece ser que colaboró en la revista Nouvelles Ecclésiastiques, órgano de los jansenistas franceses. El grupo que componían la condesa, los obispos Tavira y Palafox, el oratoriano Montoya o Estanislao de Lugo, el esposo secreto de María Francisca, defendían una suerte de “neojansenismo” —en calificación de la historiadora Paula de Demerson—, que sin caer en el rigorismo moral de la corriente francesa, sí que abogaban por una vivencia de la fe religiosa más intimista y menos externa, y expurgada de rituales y supersticiones. El canónigo de Madrid, Baltasar Calvo, y el dominico fray Antonio Guerrero, en 1790, aludieron veladamente a la condesa desde el púlpito, afirmando que en la capital de España existía un conciliábulo de jansenistas protegido por una dama de la nobleza.
Tras varios años de vigilancia, y de molestias por parte de la Inquisición, hacia el grupo, se dictó una orden de destierro para la condesa de Montijo, que acató, retirándose a sus tierras el 9 de septiembre de 1805, primero en Extremadura, donde residió largos meses durante 1805 y 1806 con Estanislao de Lugo y su servidumbre en el palacio de Montijo, y, finalmente, en Logroño, en “sus estados” pertenecientes al condado de Baños. A raíz de los acontecimientos de marzo de 1808, con el motín de Aranjuez, la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, se levantó el destierro de la condesa de Montijo, entre otros. Pero, María Francisca Portocarrero, ejemplo de la elite femenina ilustrada de su tiempo, no llegó a volver a Madrid, al caer gravemente enferma, muriendo en la ciudad de Logroño el 15 de abril de 1808, a la edad de cincuenta y cuatro años.
Sus restos mortales fueron enterrados en la Colegiata de Santa María la Redonda. Al enterarse de su muerte, su amigo Jovellanos, escribió en su Diario:
“Murió la incomparable condesa de Montijo, la mejor mujer que conocí en España, [...] la amiga de veinte años, siempre activa y constante en sus oficios [...]”.

Hay un cuadro, atribuido a Goya, de la condesa de Montijo bordando y rodeada de sus cuatro hijas. Existe otro cuadro, que la retrata cuando era educada en el Real Monasterio de la Visitación (Salesas) de Madrid, en 1765, atribuido a Andrés de la Calleja.

Obras de ~: N. Letourneux, Instrucciones cristianas sobre el sacramento del matrimonio y sobre las ceremonias con que la Iglesia le administra, trad. de ~, Barcelona, Bernardo Pla imp., 1774 [sin nombre del traductor]; Diversos informes, representaciones y memorias redactados por la condesa de Montijo por encargo de la Junta de Damas de la Real Sociedad Matritense de Amigos del País (RSMAP), acerca del Discurso sobre el luxo y proyecto de un traje nacional [anónimo, firmado “M.O.”, dirigido a Floridablanca, el 15 de febrero de 1788], sobre la situación de la mujer española en la industria, sobre la educación femenina, sobre las Inclusas del reino en general y sobre la Inclusa de Madrid en particular, así como la redacción de la relaciones anuales de las tareas de la Junta, reglamentos o elogios fúnebres (inéds.) (RSMAP, Junta de Damas, libros A/56-5 y otros).

Bibl.: J. Ezquerra del Bayo y L. Pérez Bueno, Retratos de mujeres españolas del siglo xix, Madrid, Junta de Iconografía Nacional-Imprenta de Julio Cosano, 1924, págs. 26-27; P. de Demerson, María Francisca de Sales Portocarrero. Condesa de Montijo. Una figura de la Ilustración, Madrid, Editora Nacional, 1975; La Condesa de Montijo, una mujer al servicio de las Luces, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1976.



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